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ALEJANDRO ANDRÉS
Jueves, 26 de diciembre 2013, 14:26
Fue la cena de una gran familia. Casi cincuenta ancianos, las Hermanitas de los Pobres, y una decena de voluntarios que quisieron ayudar a que, para los mayores que no pudieron ir a cenar con sus respectivas familias, la Nochebuena pueda seguir siendo especial. Una cena en un único salón donde se juntaron todos los mayores que quedaron en la residencia de ancianos de las Hermanitas de los Pobres. «Estamos aquí para ayudar a las familias, no para separarlas», dice una hermana de esta Congregación religiosa. «Nos alegra que el 50% de los ancianos haya podido ir a cenar esta noche con sus familias», afirma la hermana de esta congregación religiosa que vive de la caridad.
Porque, como dice María Jesús Rodríguez, voluntaria regular de esta residencia de las afueras del barrio Delicias, «todos tienen derecho a disfrutar de la Nochebuena». Su marido, Cesáreo Vázquez, explica que empezaron a ser voluntarios hace dos años, cuando ingresaron a la madre de su mujer. «Desde entonces, intentamos venir a colaborar cada vez más días», afirma. «Es muy gratificante», señala María Jesús. «Ves que tu familiar y el resto necesitan más y te pones a ayudar», dice Cesáreo. «Pensamos en seguir viniendo aquí». Para María Jesús, la residencia «es como un hotel, el trato es muy bueno». Tener aquí a tu familiar «es una maravilla», señala.
La cena del 24 fue, de esta manera, algo diferente. Un menú especial y un altavoz que sonó a villancicos tras la ingesta hicieron de esta noche una velada más agradable. Además, la madre superiora de la congregación, sor María José de Notre-Dame, explica que, además, los mayores también suelen pedir algunos pasodobles después de haber cenado. Así, cuenta la madre superiora, «todos disfrutan».
Unos entremeses, langostinos, bacalao con patatas y melocotón, acompañados de champán y sidra son los reyes de la noche. Tras ello, llega el turrón. «Les gusta más la sidra que el champán», comenta con una gran sonrisa sor María José de Notre-Dame. Los alimentos, en su gran mayoría, son parte de las donaciones de varias operaciones kilo de la ciudad o de la solidaridad de la gente. «Hay un voluntario que nos suministra toda la sidra». Hay ciertos alimentos que se encargan de comprar las hermanas con las ayudas que reciben de la gente. «Es una congregación muy querida», señala. «Todo lo que tenemos es por la solidaridad de Valladolid».
«Yo aquí no he conocido crisis porque la solidaridad ha crecido», dice la madre superiora. «El año pasado vino una viejecita de 95 años cargada con dos bolsas andando hasta la puerta», cuenta. «Dijo que había visto sus gastos y que con lo que tenía de pensión podía colaborar con veinticinco euros en comida, yo no me lo creía», relata sor María José de Notre-Dame
Por otro lado, en una noche como la del martes, los voluntarios juegan un papel tan especial como el que desempeñan casi diariamente cuando colaboran en las cenas de la residencia. Son ellos los que ayudan en la preparación de los alimentos y en facilitar que todos los ancianos puedan comer. Sirven a los mayores, acompañan y hacen que, tanto su día a día, como las fechas especiales, sean mucho más amenas.
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