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J. SANZ
Miércoles, 27 de noviembre 2013, 12:28
Hubo una época en la que Juan Manuel Valentín Tejero, hoy de 52 años, llevaba una vida aparentemente normal. Estaba casado, tenía, y tiene dos hijos, regentaba un quiosco y llevaba, en definitiva, una vida tan normal como la de cualquier otro vecino de La Victoria. Pero su personalidad ocultaba lo que la psicóloga penitenciaria que le ha tratado o, mejor dicho, le ha examinado durante los últimos años califica, y la cita es literal, como un «germen del mal». La experta aclara que si nunca ha podido tratarle es porque él ha rechazado todos y cada uno de los programas de rehabilitación del sistema carcelario.
Así que las conclusiones a las que llegan todos los informes penitenciarios elaborados durante sus más de veinte años de estancia en la prisión de Herrera de la Mancha apuntan a que se trata, aunque el término está hoy en desuso, de un psicópata la terminología oficial se refiere a que sufre un trastorno antisocial de la personal con mayúsculas y apuntan a que el aún recluso vallisoletano «va a salir exactamente igual, con el mismo peligro, que cuando entró en prisión en 1992».
Impulsos sexuales
Y estamos hablando, prosigue la experta prefiere ocultar su identidad, «de un pedófilo que siente un impulso sexual irrefrenable ante los niñas pequeñas que desemboca en comportamientos muy violentos». Su trastorno, que le convierten en «irrecuperable» para la sociedad, se tradujo desde su adolescencia en, al menos, un primer intento de violación inauguró su reguero de antecedentes con tan solo 15 años seguido de media docena de agresiones sexuales a menores y finalizado con el secuestro, la violación y el brutal asesinato de la niña de 9 años Olga Sangrador durante la madrugada del 27 de junio de 1992.
Y lo peor de todo, a juicio de una experta que conoce de primera mano su perfil, es que el asesino y violador multirreincidente vallisoletano carece, y la cita de nuevo es literal, «de conciencia del mal». Tanto es así que los informes penitenciarios recogen que el pederasta tiene «anulada su afectividad y no siente el dolor que puede sentir cualquier persona ante hechos como los que él mismo ha cometido y ante los que carece de resortes para controlarse».
Tres fechas y una decisión
Pues bien, semejante «bomba de relojería», como no dudan en calificarle desde la asociación de víctimas Clara Campoamor, que ejerce la acusación en nombre de los padres de Olga Sangrador, puede salir hoy mismo del centro penitenciario de Ciudad Real si así lo decide, como todo parece indicar, la Audiencia Provincial, la misma que le condenó por sus sucesivos delitos todos ellos cometidos en su ciudad natal a un conjunto de penas que suman 63 años.
Tanto la Fiscalía como el propio abogado de oficio del violador ya han mostrado su postura favorable a su excarcelación inmediata sus escritos definitivos fueron registrados el viernes y ayer mismo al entender que la anulación de la doctrina Parot fijaría el cumplimiento de su condena en el 12 de abril de 2012 la acusación de los padres pide que se amplíe, como mínimo, hasta agosto de 2016 o hasta 2025.
Esos beneficios penitenciarios, sin embargo, proceden exclusivamente de trabajos, cursos o estudios realizados durante su estancia en prisión, ya que «siempre ha rechazado someterse a los tratamiento específicos para los agresores sexuales», reiteran las fuentes penitenciarias consultadas.
«Maldad innecesaria»
Así que Valladolid, que ya convive desde el pasado 14 de noviembre con Pedro Luis Gallego, el violador del ascensor afincado en un pueblo, pero que ha visitado la capital, podría aumentar su censo hoy mismo con otro de sus vecinos menos ilustres, sobre el que todos los informes psicológicos y forenses alertan de que «su conducta impecable en la cárcel, donde no ha tenido ningún problema a lo largo de todos estos años, se puede traducir en un auténtico problema en la calle».
La experta aclara que «no se trata de una persona violenta, ni mucho menos, en su vida diaria, pero tiene una patología muy definida que le llevan a convertirse en un hombre muy violento con un exceso, incluso, de maldad innecesaria sobre sus víctimas siempre niñas de entre 9 y 16 años por esa ausencia de conciencia del mal ». La psicóloga, de hecho, no duda en que «volverá a violar en cuanto se relaje la presión social y mediática sobre él».
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