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FERNANDO CABALLERO
Lunes, 23 de septiembre 2013, 14:37
De la alfarería palentina poco se ha escrito. Los más conocedores del tema se remiten a un artículo de Rafael Navarro de 1935, 'Cerámica popular de Palencia y de León'. Desde entonces no se había vuelto a escribir un análisis de esta actividad tradicional, que se encuentra en periodo de desaparición, según augura Enrique Echevarría Alonso-Cortés, coautor de 'Alfarería castellana. El obrador de la familia Fernández en Baltanás' (Región Editorial), junto a José Fernández Alejos descendiente de esta familia y Cristina Valdivielso Sanabria.
«El libro aborda la historia de la familia Fernández, pero con una visión más amplia de la alfarería, con datos que se remontan al siglo XVI, aunque de esta época hay muy poco, y sobre todo del XIX y del XX», asegura Enrique Echevarría, que centra el interés del libro en que es la primera monografía que se escribe sobre la alfarería en Baltanás desde el artículo de 1935. «Se había escrito algo sobre Astudillo y sobre Guardo, y Baltanás se citaba esporádicamente», asegura el coautor del libro.
Para la elaboración del libro se ha contado en todo el proceso de un descendiente de la familia, que se llama José Fernández Alejos, que aunque no se ha dedicado a la alfarería, es hijo de Pedro Fernández, el último alfarero de Baltanás, que lo dejó para emigrar al País Vasco. «Entre los datos que él ha aportado, el estudio de campo que hicimos luego en Baltanás y en Valdecañas de Cerrato y piezas de alguna colección privada, hemos escrito el libro», detalla este restaurador arqueológico, que trabaja en el Museo de Valladolid.
Echevarría señala que «la alfarería eclosiona en todo el país con mayor creatividad y tecnología en el siglo XVIII». En el siglo XIX, con la industrialización, esta actividad se ve influida por producciones de fábrica, pero la gente de la calle los cacharros que utilizaban para comer eran de alfarería tradicional. «En Palencia lo que se da es un caso un poco extraño. Normalmente la alfarería es una actividad que no daba mucho dinero. La actividad de alfarería que hay en España suele descender de tecnologías y de tradiciones moriscas muy antiguas, sobre todo en Andalucía, pero también en Castilla, y aquí se da la característica de que se mezcla con tradiciones romanas y tardorromanas, que da lugar a producciones realmente curiosas. Una de ellas son los barnices tipo amarillentos que se dan en Peñafiel o en Astudillo, entre otros lugares. En Baltanás no hemos encontrado de momento alfarería amarilla, pero es posible que la hubiera. Lo que se da en Baltanás es una mezcla de tradiciones leonesas, porque en el siglo XIX emigran tres familias de alfareros leoneses a la localidad cerrateña desde Jiménez de Jamuz, que es uno de los centros de producción de alfarería más importante de Castilla. En Baltanás, empieza a darse una especie de batalla comercial y también de tradiciones que produce cosas un poco especiales, con inspiración en León por un lado, en Valladolid por otro y las propias tradiciones de Baltanás».
Guardo, Astudillo y Dueñas
También ha sido importantes, en su opinión, las alfarerías de Guardo y de Astudillo, así como en la ciudad de Palencia y en otros pueblos, posiblemente Dueñas, Aguilar de Campoo y Saldaña, pero estas alfarerías se extinguieron ates de la Guerra Civil es difícil deslindar qué es lo más característico de cada sitio.
La alfarería tradicional contemporánea «se va a extinguir, si no está extinguida, porque el agua corriente en las casas y la tecnificación no hacen necesario el uso de cántaros o de cacharros de barrio», augura Enrique Echevarría. «En todo caso, lo que se lleva es la cultura del 'todo a cien' y la gente utiliza los cacharros más baratos, ya que no tiene mucho sentido hacerlo a mano. Los que pueden sobrevivir son los que utilizan técnicas más de ceramista, de lujo o producciones raras, como los hornos de Pereruela», apostilla.
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