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J. SANZ
Jueves, 12 de septiembre 2013, 20:56
Solo los antiguos alumnos más veteranos de la Universidad de Valladolid disfrutaron del repique de la campana que marcaba las horas al ritmo de las agujas del reloj que durante siete décadas ocupó la cúpula de la torre situada en la esquina de la calle Librería que da a la plaza de la Universidad. El tiempo, la desidia y una visión poco menos que miope hicieron que la maquinaria y la esfera de 1855 cayeran en el olvido y fueran desmontadas en 1970 para dormir el sueño de los justos en algún viejo almacén.
La institución, por tanto, tenía una deuda con este pedacito de su historia que saldó ayer mismo por la mañana al devolver la vida a su antiguo reloj, que ocupa ya un lateral del claustro del Palacio de Santa Cruz, donde permanecerá para siempre protegido por una urna de cristal, pero con su restaurada maquinaria original a la vista.
Las columnas del lateral derecho del claustro del edificio renacentista acogen ahora la remozada maquinaria del siglo XIX 43 años después de que fuera retirada de su última ubicación en la citada cúpula de la fachada de la Universidad, donde fue colocada a comienzos del siglo XX con motivo de las sucesivas y brutales restauraciones antes coronaba una torre también desaparecida que supusieron el derribo al completo de la fachada del siglo XV que daba a la calle Librería la frontal, hoy vallada por su deficiente estado, es barroca (XVIII).
Un guiño a los restauradores
Así que el reloj en cuestión desapareció por una u otra decisión de los rectores de turno hasta que hace dos años surgió un proyecto para recuperar la maquinaria original de 1855 la única que se conservaba y fabricar una fiel reproducción de la esfera realizada entonces por la firma francosuiza A. Morez. Los trabajos los lideró el profesor Ramiro Merino, el mismo que rehabilitó el reloj de la catedral en los noventa, con la colaboración altruista del centro tecnológico de Cartif (Boecillo), es decir, que a la institución académica no le costado un euro la operación.
Pues bien, el remozado reloj decimonónico salió ayer de las instalaciones de la empresa para recalar en la que será en adelante su emplazamiento definitivo en el claustro del noble edificio de la plaza de Santa Cruz. Los técnicos instalaron desde primera hora de la mañana la maquinaria, la esfera, las tres pesas y la urna de cristal el resultado puede verse desde hoy mismo, si bien aún habrá que esperar unos días para que las agujas vuelvan a marcar las horas el mecanismo será inaugurado oficialmente entonces, ya que el reloj incorpora un moderno sistema de precisión que aún hay que ajustar y que, según destacó en su día el físico Ramiro Merino, permitirá que su «variación transcurridos mil años sea inferior a un segundo».
La ciudad recupera así uno de sus relojes con mayor solera, aunque en un emplazamiento diferente al original, en cuya esfera luce el escudo de la Universidad y la firma de la marca original (A. Morez), así como un guiño en latín tanto a su restaurador: 'Ramirus me refecit (Ramiro me ha revivido)', como a la empresa que lo ha construido: 'Impensis Cartif, a. d. MMXII (Impreso por Cartif en el año del Señor de 2012)'.
El reloj, en cualquier caso, conserva todo su atractivo decimonónico gracias a la cuidada restauración de su oxidada maquinaria 17 años después de que fuera desmontada de su enclave original la esfera fue retirada en alguna de las restauraciones del siglo XX y se dejó allí el amasijo de engranajes y correas para ser expuesta en el Palacio de Pimentel durante la conmemoración de los cuatrocientos años de la capital (1996). Su posterior destino fue una nave de la Universidad.
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