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Manuel Olveira, en el vestíbulo del Museo./ C. Hernández
«El equipo del Musac tiene cerebro y músculo para trabajar en los nuevos proyectos»
ARTE CONTEMPORÁNEO

«El equipo del Musac tiene cerebro y músculo para trabajar en los nuevos proyectos»

Manuel Olveira toma las riendas del Museo con la vista puesta en la función social del arte

ANGÉLICA TANARRO

Domingo, 21 de julio 2013, 18:34

Llegar al Museo en plena crisis, con una parte importante del mundo del arte contemporáneo en contra y los trabajadores preocupados por el futuro y expresando por primera vez en público esa preocupación, no es la situación ideal para comenzar un proyecto, pero también puede ser el momento de pensar 'lo peor ya ha pasado'. Y hacerse fuerte en esa sensación y en el deseo generalizado de que, tras la polémica dimisión de su fugaz antecesora, la institución comience a marchar a velocidad de crucero por una cierta normalidad. Y esa es la impresión que da Manuel Olveira, recién instalado en la dirección del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac) y aún tomando contacto con la ciudad de León y por extensión con la Comunidad. Olveira (A Coruña, 1964) ya sabe lo que es dirigir una institución de este tipo. Estuvo al frente del Centro Gallego de Arte contemporáneo desde 2005 a 2009 y sabe también que desde un puesto de este tipo se está muy expuesto a las críticas. Él lo ha estado. Quizá por eso parece un hombre tranquilo y seguro de sí mismo que mira de frente y no rehuye ninguna pregunta, aunque eso sí, los acontecimientos recientes le hacen ser sumamente cauto. Se le supone acostumbrado a medir sus palabras y los nombres propios están fuera de su libro de estilo en estas primeras entrevistas. En cambio, repite la palabra estructura. Hablamos con él cuando apenas ha pasado un mes desde su nombramiento.

¿Qué le motivó para aceptar el cargo en un momento tan delicado?

La misma motivación por la que me presenté al concurso. Pensé que mi perfil era afín a esta institución y al rol que debe cumplir el Musac en la Comunidad, a su definición. Obviamente cuando me llegó la propuesta tuve que sopesar otras cuestiones, como la situación seria y desagradable que se había producido tras la marcha de Eva Sancho y las condiciones en las que el proyecto podría ser posible ahora. Pero soy un posibilista, o quizá habría que decir utópico. Y me sigue pareciendo un proyecto oportuno tanto para la institución como para mí. Me siento capaz de aportar algo a la institución y también de crecer como profesional. Ese es mi objetivo, aprender, expandir el museo y ampliar el horizonte de sus posibilidades. Por mi trayectoria, la del museo y la del equipo pienso que todo eso es posible.

¿No le preocuparon las críticas de quienes pensaban que en estos momentos no debía aceptar?

Estoy muy acostumbrado a las críticas. A lo largo de mi carrera he puesto en marcha proyectos innovadores que han generado incomodidad, porque siempre he creído que el arte es una herramienta de transformación a todos los niveles. Y siempre ha habido elementos reaccionarios que han estado en contra. Alguien me dijo una vez, cuando yo expresé mi pesar por alguna crítica que había recibido, que la única manera de no tener críticas era no hacer nada y no decir nada. Si actúas y tomas posiciones, sin estrategias maquiavélicas, sino yendo de frente, tendrás que aceptar que te critiquen.

Pero en este caso las críticas no venían precisamente de sectores reaccionarios sino de compañeros suyos que veían como falto de ética aceptar el puesto en estas circunstancias.

En la semana que transcurrió entre que me ofrecieron el puesto y mi aceptación hubo todo tipo de reacciones, e incluso de coacciones, pero yo soy un hombre libre y nada me va a coaccionar. Yo he creído que podía y debía aceptar el cargo y he actuado con responsabilidad y desde la convicción de que aceptarlo tenía sentido para mí, para la institución y para la sociedad de su entorno, es decir, la ciudad pero también la comunidad autónoma. Nunca he faltado a la ética, al contrario soy un profesional muy riguroso. Ahora, está claro que algunas personas esperaban de mí una actitud diferente. Pero yo he actuado según mi conciencia. Siento que se hayan sentido defraudados pero al mismo tiempo qué derecho tienen a proyectar sus deseos sobre mí. La profesión tiene todo el derecho a criticar una situación de descrédito de las instituciones que afecta a un sector muy frágil como es el del arte contemporáneo. Y en ese sentido, si colectivamente se decide que hay que hacer algo para enmendar esta situación, yo estaré ahí. Pero hacer un acto ejemplar ante la sociedad a través de mí, a eso no estoy dispuesto.

Otro punto delicado es el descontento de los trabajadores que por primera vez salieron a la luz pública para denunciar lo que a su juicio han sido errores principalmente de la Fundación pero también en la gestión de las anteriores direcciones y sobre todo la precariedad en la plantilla.

Yo entendí perfectamente su comunicado. Puedo estar de acuerdo o no con todo o en parte. Al fin y al cabo yo he pasado por todas las situaciones por las que ellos han pasado. Pero con el equipo hay muy buena sintonía. A algunas personas ya las conocía por haber hecho trabajos aquí, Y todos me han transmitido una imagen muy positiva. El equipo tiene nervio, cerebro y músculo para trabajar y lo está demostrando estos días, que no están siendo fáciles porque hay decisiones que tomar, retrasos lógicos en la programación etc. Para ellos es un reto y han tenido que hacer un gran esfuerzo en los últimos meses. Los proyectos no son sencillos. Pero, insisto, el equipo tiene un capital cultural, emocional y humano muy importante.

Uno de los motivos por los que dimitió Eva Sancho fue porque, a la vista de la situación y de las injerencias que denunció en el desarrollo de su trabajo, no tenía claras cuáles eran desde el punto de vista de los responsables de la Fundación las funciones de un director del Museo, hasta el punto de dudar ella misma de lo que se esperaba de su gestión. ¿Usted lo tiene claro?

Yo sé cuáles son y la Fundación Siglo sabe cuáles son. Mis funciones abarcan dos grandes cuestiones: las responsabilidades y las facultades. En cuanto a las responsabilidades, trabajo en una institución que tiene un marco de actuación que viene fijado por los procedimientos, por las leyes administrativas. Y debo ceñirme a esos marcos de actuación administrativa, presupuestaria, etc. de dinámica de la institución. Y luego están las facultades, que en resumen son hacer que la programación sea autónoma y se realice con criterios vinculados al proyecto con el que me presenté. Una autonomía respecto a la programación y a la colección de la que no voy a hacer dejación en ningún momento.

¿Cuáles son las líneas básicas de su proyecto?

Antes de nada, mi idea es que el proyecto esté a disposición pública. La gente tiene derecho a saber con qué ideas me presenté y que pueda ser juzgado por ello. Mi proyecto tiene varias líneas: una es contextual, es decir, trabajar con el contexto, con lo local, con la ciudad y la comunidad y cómo relacionar ese contexto con un mundo globalizado, más homogéneo de lo que parece. Desde aquí debemos tener claro cuál es nuestra voz, qué podemos aportar. Luego trabajaremos en procesos de innovación con los artistas, pero también con la manera de hacer llegar al público esas prácticas. Arte y sociedad son dos cuestiones cambiantes y la forma de ponerlas en contacto también tiene que cambiar. En este sentido vamos a profundizar en colocar el arte siempre en contacto con los públicos, no con el público en general sino con gentes con cara, trayectoria, intereses diversificados. Es decir, para las 'múltiples minorías'.

¿Cuándo se concretarán esas líneas?

Uno de los primeros proyectos bandera de esta etapa se concretará a finales de otoño. Se trata de un modelo innovador de cómo poner al público en contacto con el arte, sobre todo con la parte más desmaterializada del arte. Es la 'conferencia performativa', o actuación directa del artista con el público. Hacer de la conferencia un soporte para el arte, como un acto especular, didáctico, de entendido el arte como un acto social y político vinculado a los intereses de la gente.

¿Qué otros proyectos tiene en cartera?

Para mí, hay una línea de investigación que consiste en trabajar con la ciudad, con las redes sociales y con los soportes tecnológicos. Público hoy en día o es sólo la gente que entra por la puerta del Musac, sino gente se relaciona con el arte o con nuestra página web. Se trata por tanto de promover debates, de agitar conciencias, de realizar proyectos educativos a través de esos intermediarios que son los medios de comunicación, pero también las webs o las redes sociales. El ámbito internacional también hay que tenerlo en cuenta.

Usted da mucha importancia al aspecto social del arte. En sus anteriores destinos, ha promovido mucho este aspecto.

Sí soy muy activo en este campo, quizá porque mi recorrido profesional ha sido un tanto inusual. Estudié Historia del Arte, después Bellas Artes. He sido crítico, profesor, comisario de exposiciones y luego director de un centro de producción y todas estas facetas se relaciones en mis orígenes y tienen que ver con la educación artística. Y todos mis proyectos tienen en común esa dimensión: quiero innovar en el campo del arte pero también en la sociedad. Por eso me interesa promover mecanismos que permitan la interacción de los grupos sociales con los artistas y los procesos de producción.

Un punto fuerte y a la vez controvertido del Museo es su colección. ¿Qué opina de ella? ¿Qué cambios haría y por dónde irá su política de adquisiciones?

La colección la conozco bien porque siendo director del CGAC he visto muchas exposiciones y por otra parte he trabajado con artistas presentes en la colección a los que he comisariado en ocasiones. Creo que tiene obras muy importantes. Pero también pienso que le falta estructura y hay que trabajar para generarla. Es una colección muy interesante que tiene que continuar, pero en mi opinión le faltan los basamentos. Como se sabe, esta colección empieza en los noventa, pero el arte contemporáneo tiene sus orígenes tal como lo conocemos en los finales de los sesenta y principios de los setenta, momento en que se produce una fractura y cambian los procesos productivos. La colección debe mirar hacia esos referentes. No quiero decir que haya que hacer ahora una gran colección de los setenta pero sí seleccionar una serie de artistas y obras cave para colocar el basamento de las prácticas artísticas contemporáneas.

Eso supone plantearse unas adquisiciones que quizá ahora no sean posibles.

Es un doble trabajo: en la colección y en la programación de esos artistas y movimientos sociales y artísticos con los que se relacionan los artistas actuales. En el momento actual puede ser muy oportuno revisar algunos de esos acontecimientos artísticos. La colección, que tiene grandes piezas y grandes individualidades, necesita no sólo incorporaciones sino que se haga un trabajo discursivo en torno a ella. Generar su propia cartografía. Vamos a trabajar en las presentaciones de la colección, en exposiciones temporales, a nivel interno, pero también promover su enriquecimiento con el contacto con otras colecciones bien a través de los préstamos o las salidas al exterior.

¿Cuál cree que es el momento que vive el arte contemporáneo en España?

En la política cultural en general hemos tenido tres grandes momentos. Desde el inicio de los 80 y hasta la entrada en el nuevo milenio el estado español estaba todavía abriendo una serie de infraestructuras culturales que cubrían un déficit estructural en relación con los países de nuestro entorno derivado directamente de la desidia o el olvido estratégico producido por la dictadura en materia cultural. En esos años, el acento de la política cultural de las diferentes administraciones del Estado se centró primero en la apertura de contenedores y después en la programación. Ambos aspectos eran necesarios para paliar esa laguna de nuestra historia reciente. Por una parte era necesario crear infraestructuras con el fin de poder mostrar la producción artística y eso fue lo que se hizo en un primer momento. Pero una vez implementada la apertura de museos y centros de arte y de programaciones (salvo excepciones centradas en el mero hecho expositivo, obviando la producción que demandaban los artistas y la conexión y mediación que requerían los públicos), es necesario entrar en una tercera etapa en la que el acento recaiga, precisamente, en la generación real de contenidos (o producción) y en las estrategias actualizadas (o mediación) para hacer que éstos lleguen a los diferentes sectores de públicos.

El acento en la producción

Sin embargo, estamos en una fase en la que se pone el acento en la cantidad. Lo importante parecen las cifras de visitantes.

Por eso hay que trabajar en el aspecto de la producción estimular a los creadores e ir más allá de las cifras de audiencia espectaculares y centrarnos en la generación de públicos activos y críticos que empleen la cultura y el arte como herramienta transformadora en lo político y en lo social. Esta es la tercera etapa, en la que se encuentra el Musac. Hoy hay que programar, claro, pero es decisivo trabajar la relación significativa del arte con las personas, de forma que sirva de herramienta para entender el mundo en el que estamos y actuar en él. Este es el horizonte al que se han de enfrentar hoy todos los museos y centros de arte en España, sobre todo por la urgencia del presente que reclama un nuevo horizonte intelectual y una reinvención de las estructuras del sistema a todos los niveles.

¿Se ha prometido a sí mismo no dar un solo nombre en estas primeras entrevistas?

Es que no es el momento de dar nombres, estamos cerrando proyectos y sería una imprudencia por mi parte. Sí puedo adelantar que estamos trabajando en algo que tiene como horizonte el hecho de que en el 2015 se celebra el centenario de Santa Teresa. Es un proyecto vinculado a ese tema, pero no tanto referido al a figura de la santa como a su papel social, al hecho de que sea una mujer, y una mujer que genera una visión y una manera de estar en el mundo.

¿Qué es lo más urgente en este momento en el Museo?

Me gusta diferenciar lo urgente de lo importante. Y para lo importante nos vamos a tomar nuestro tiempo. Aparte de que para mí este es un momento de escuchar. La manera de integrar los proyectos requiere tiempo y hablar mucho con el equipo al que considero un filtro muy importante para conocer el entorno. En cualquier caso, en octubre habrá un pequeño desembarco programático y tendrá que ver no solo con las exposiciones sino con el discurso, con el método de trabajo. Creo que pronto se va a notar esa nueva forma de trabajar.

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