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CÉSAR BLANCO
Jueves, 27 de junio 2013, 19:32
sLlevan ya algunos días a pie de calle (que no de obra), entre la plaza Día Sanz y la calle Almira. Observan con detenimiento el Acueducto, se aproximan cuidadosos a él con sus cuadernos y sus bolígrafos, apuntan algo, y vuelven a recorrerlo y escudriñarlo con atenta mirada. Desde un lado y desde el otro. Palpan y acarician los sillares, cuentan las piedras, identifican una desde la corta distancia y escriben otra vez en el bloc de notas. No dejan entrever la admiración que demuestran los turistas que pasan junto a ellos ensimismados por el colosal monumento, santo y seña de una ciudad y según algunas encuestas recientes de un relevante operador 'on-line' de viajes, uno de los atractivos con mayor interés turístico de España. Para estas personas no es una postal de recuerdo de Segovia, sino su motivo y lugar de trabajo.
Un equipo de profesionales dirigido por el geólogo experto en granito del departamento de Geotécnica del Laboratorio Nacional de Ingeniería Civil de Portugal, José Delgado, desarrolla estos días una prospección de campo encaminada a probar un sistema de reconocimiento que diagnostique el estado de conservación en el que se encuentran las piedras sobre las que se construyó el monumento.
Se trata de una línea de estudio del Acueducto hasta ahora prácticamente inédita, ya que las investigaciones seguidas hasta la fecha sobre la bimilenaria obra de ingeniería romana habían puesto el foco de atención en su estructura, pero habían dejado a un margen la pormenorización el estado de conservación de cada parte de las piedras. Los expertos trasladados analizan cada cara de los sillares con el objetivo de «establecer un sistema de priorización para ver si hay que hacer una intervención urgente o no», explica el restaurador Carlos Sanz, quien colabora en este proyecto promovido por el Fondo Mundial de Monumentos (World Monuments Fund).
Sin aplicación de productos
Este «metódico» examen se va a probar en diez pilas de sillares. Ayer se subieron a una grúa para analizar los bloques situados en la parte superior del Acueducto y de paso retiraron alguna vegetación que estorbaba para detallar mejor el estudio. Este proyecto empezó a andar en diciembre del año pasado con la vista puesta en recopilar la información necesaria para sistematizar ese reconocimiento pétreo que contribuirá a detectar «las zonas más alteradas», desvela el restaurador.
«No se está aplicando ningún producto o ensayo sobre la piedra», agrega Sanz en su exposición de los trabajos que se llevan a cabo durante estos días. De hecho, es más una toma de contacto para recoger toda la documentación necesaria que luego se ordenará para determinar el seguimiento a realizar y el protocolo de intervención ante la posibilidad de acometer algún tratamiento, aunque el experto fía todo el proceso a un largo plazo.
A falta de un estudio más profundo y concreto, José Delgado ya dijo hace tres años, durante unas jornadas sobre conservación del Acueducto organizadas por el Fondo Mundial de Monumentos, que «si no miras de cerca no ves problemas graves que te digan que hay que intervenir mañana». En aquella primera impresión, añadió la obligación de cuidar el Acueducto, «pero no presionados por una urgencia que podría motivar errores graves».
El mayor problema es la degradación del granito y la erosión
La situación actual del Acueducto es la consecuencia del paso de los siglos, de la acción de los agentes meteorológicos y de las intervenciones humanas. Y éstas, en opinión de los expertos, no han sido muy afortunadas. Hay problemas, y el principal es la degradación del granito. Muchos bloques están redondeados, han perdido las aristas y, en algunos sillares, los puntos de contacto no son suficientes para repartir de forma adecuada la presión. Esas conclusiones alcanzadas hace tres años por el Fondo Mundial de Monumentos son las que se quieren comprobar con este nuevo estudio. El restaurador Carlos Sanz, que colabora en el trabajo de sistematizar el reconocimiento de las piedras, aclara que el mayor problema no es tanto la vegetación que arraiga entre los sillares, la contaminación por el tráfico que circula en las inmediaciones del monumento o los excrementos de aves, que también hacen mella, sino la arenización progresiva de la piedra fruto del deterioro por el paso del tiempo y la erosión.
La inspección para descifrar la cartela sigue parada por «la falta de dinero y de tiempo»
«No ha habido la posibilidad de seguir adelante». El responsable de la investigación emprendida para descifrar la inscripción de la cartela que se localiza en la parte más elevada del Acueducto, Alonso Zamora, lamenta con estas palabras la paralización que sufre el proyecto que pretende descubrir, ni más ni menos, la fecha exacta de la construcción del bimilenario monumento. A una primera inspección llevada a cabo el pasado verano le iba a suceder una segunda programada en un principio para los albores del invierno, pero hasta ahora no ha podido ser. Y a tenor de las manifestaciones del experto, tiene visos de que el misterio y el desafío proseguirán abiertos.
El que fuera también director del Museo de Segovia deja bien claras las razones que han aplazado sin fecha la continuidad de la investigación. Este punto muerto obedece a «a la falta de dinero y de tiempo», especifica. En aquellos estudios que se hicieron se recogieron algunos datos. «Algún día se retomará», confía el especialista, porque esa información recopilada no puede caer en el cajón del abandono y se ha de seleccionar y reciclar para dar sentido y contenido al estudio.
Así que, de momento, el Acueducto seguirá siendo un enigma que esconde más de un misterio en las cornisas de sus arcos. Esas incógnitas por resolver acrecientan su leyenda. Su monumentalidad bimilenaria oculta todavía secretos que los investigadores anhelan escudriñar y desvelar al mundo. Esa cartela de la inscripción interior del monumento es uno de esos misterios. Descodificarla y descifrarla será crucial para concretar el origen del Acueducto de Segovia. El último trabajo relacionado con la cartela fue desarrollado hace unos veinte años por el historiador especializado en la Antigua Roma, Géza Alföldy. Ahora, los expertos confiaban en la aplicación de las nuevas tecnologías para avanzar en la misión de revelar esa incógnita sobre la fecha de la construcción del monumento.
De hecho, el pasado verano el grupo de trabajo dirigido por Alonso Zamora empleó un aparato fotográfico que utiliza modernas técnicas láser para averiguar cuáles eran las letras metálicas que en su día se encontraban en el interior de los arcos centrales. Según explicaba por aquel entonces la concejala de Patrimonio Histórico y Turismo, Claudia de Santos, esas piezas en forma de letras tendrían unas «patillas» que habrían dejado huellas en el granito. Al parecer, a través de esas marcas cabía la posibilidad de descifrar el mensaje inscrito en la cartela, aunque la edil optaba por la prudencia y no lanzar las campanas al vuelo.
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