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VIRGINIA FERNÁNDEZ
Domingo, 27 de enero 2013, 21:03
El pasado 28 de octubre un acontecimiento excepcional ocurrió en la plaza madrileña de Lavapiés: el compositor ruso Dmitri Shostakovich interpretado bajo el sol por músicos en cazadora de cuero y vaqueros.
Su director, Óliver Díaz, se esmeraba en dirigirlos rodeado a pie de calle por el gentío. Después, emoción y varios minutos de aplausos. Era la Barbieri Symphony Orchestra. Su gerente, Luis Hazas, abrió ayer por la mañana en el Teatro Calderón el II Simposio de Directores de Orquesta, organizado por Aesdo, la asociacion española que representa al colectivo.
Hazas allanó el camino para la esperanza esbozando posibles alternativas al panorama actual del sector. Orillar el miedo y abordar con decisión la reconversión parecen los pasos adecuados que les conducirán a la supervivencia de su actividad. Otro desafío es aprender a mirar hacia fuera, a países europeos donde la cultura musical está más imbricada en el día a día de la gente. «Hoy es impensable que un proyecto cultural no tenga connotaciones sociales». Si los recortes «se comen» los presupuestos de cultura en favor de lo social, explica Hazas, «seamos nosotros los que salgamos a la calle a buscar a la gente» para animar ese «bosque blanco» (por la edad avanzada del público) que hasta ahora solía poblar el patio de butacas. Es lo que se denomina 'marketing de guerrillas'.
La acción de Lavapiés es un 'flashmob', una acción para captar en la calle la atención de público potencial. Pero hay muchas más técnicas que Luis Hazas toma del mundo empresarial para aplicar al cultural. En este punto a veces hay resistencia, incluso entre profesionales, especialmente entre aquellos adscritos a orquestas dependientes de lo público. Una de las características del panorama actual de formaciones sinfónicas, cuenta Hazas, es la localización territorial. Cada comunidad autonóma tiene al menos una orquesta que hasta hace poco se sustentaba en un 80% con capital público. Con la crisis la tendencia se va invirtiendo, «de la subvención a la desgravación», hacia la 'ley del 33'; la financiación pública baja a un tercio del total y los otros dos tercios responden a 'sponsorización' y taquilla.
José Antonio Montaño dirige la Orquesta Escuela de la Orquesta Sinfónica de Madrid. En «la locura» del «sálvese quien pueda» Montaño teme que la esperada Ley de Mecenazgo favorezca limitaciones en la programación si ésta pasa a depender de manos privadas. Luis Hazas propone para ello alternativas fundamentadas en la actitud positiva y el poder real de quien cree firmemente en un proyecto. Dibuja la figura del 'business angel', un mecenas emocionalmente implicado, que pone dinero «de verdad, con un criterio cultural», sin buscar la rentabilidad rápida sino un retorno más largo plazo, lejos de la idea de 'inversión' (beneficios rápidos) que busca el patrocinador al uso en el entorno empresarial.
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