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FERNANDO CABALLERO
Lunes, 7 de enero 2013, 20:35
Un voluminoso libro de 580 páginas no solo reúne la obra completa de Miguel de Santiago (Fuentes de Nava, 1948), incluido un libro inédito, 'La siega'. También recoge un amplio estudio sobre su poesía escrito por él mismo. 'El camino del alma hacia el amor. Obra poética y comentario' (Universidad Pontificia de Salamanca, 40 euros) permite releer a este sacerdote y periodista y profundizar en su poética, en sus inquietudes y en sus creencias.
¿Cómo surgió este libro?
Cuando releía mi obra poética, con el paso de los años y con un cierto distanciamiento, se me abrían nuevas intuiciones, emociones y asombros. Como he ejercido también la crítica literaria durante casi cuarenta años, me sentía autorizado para emprender un estudio a fondo tanto en el aspecto literario como en el de los contenidos. Y dado que no hay mucha gente que tenga tiempo, ganas y conocimientos para abordar simultáneamente ambos campos, decidí elaborar yo mismo este estudio. El impulso definitivo me lo dio la 'Carta a los artistas' del papa Juan Pablo II y algunos escritos de Benedicto XVI que insisten en la gran importancia del arte para la vida de la Iglesia: de todas las artes, no sólo la pintura o la escultura o la música, sino también la literatura, y en concreto la poesía.
¿Al recopilar sus libros, y haberlos revisado, ha dejado algún poema fuera?
Se recogen los cinco libros y otro más, hasta ahora inédito tal como fueron publicados en su momento: con todos los poemas, con sus dedicatorias, con sus citas de cabecera.
¿Por qué ha introducido en esta edición un libro inédito?
Me parecía que debía estar también recogido por varias razones: porque 'La siega', que así se titula, es coherente con el 'iter' temático que recorre toda mi creación poética y también porque pienso que 'El camino del alma hacia el Amor' es un libro de largo alcance, de interés para los estudiosos de la poesía como lugar teológico, y no una obra pasajera, y por tanto, no tendría sentido que el poemario 'La siega' apareciera independiente de esta recopilación de mi obra completa.
¿Qué aporta este libro inédito?
Es una especie de colofón en cuanto a los contenidos. Hubiera quedado concluido y sería coherente el 'iter' teológico-literario con los cinco poemarios publicados entre 1976 y 2002. Pero el libro 'La siega' asume el símbolo de la recolección como el momento culminante de satisfacción por el cumplimiento de los deberes y tareas y a la espera de recoger los frutos con los que el Creador compensará las fatigas de este mundo. Este poemario está escrito después de la muerte de mi madre, cuando ya había sobrepasado los 90 años de edad, y se cierra con el único soneto que hay en toda mi obra poética, titulado 'Súplica esperanzada en la orfandad'.
¿Con qué criterios ha valorado su obra poética?
He asumido los comentarios críticos que en su día aparecieron en los medios acerca de cada uno de mis libros. En algunos casos, cuando se trata de críticas de firmas autorizadas, las reproduzco en su integridad. Es decir, he dejado que la valoración literaria viniera con avales ajenos. Otra cosa es que yo me sintiera autorizado para analizar el fenómeno poético y los contenidos.
¿Cómo se ha enfrentado a su obra?
Con distanciamiento y con sentido crítico. Al fin y al cabo, la obra creada perdura y tiene vida propia independientemente del momento en que quedó plasmada la emoción e intuición de su autor. Todo lector puede tornarse poeta, hacer suya la emoción que la obra de arte quiere transmitir y abrirse a la posibilidad de interpretar.
¿Cómo define su obra poética?
Está alineada con las corrientes de la poesía del siglo XX que han abordado los grandes temas del amor, la muerte y Dios, como las grandes preocupaciones que anidan en el corazón, y está escrita con hechuras de modernidad, sin ñoñerías.
Los críticos consideran que su obra se enmarca en la poesía mística. ¿Comparte esta opinión?
Dejo que sean otros quienes lo digan. Fue el crítico de ABC, Florencio Martínez Ruiz, quien escribió, al comentar mi libro 'Vigilia', galardonado en 1996 en Bolonia con el XVI Premio Internacional Fernando Rielo de Poesía Mística, que era «un discurso perfecto, una lírica inefable», y que «Miguel de Santiago ha escrito un libro inefable que le convierte en el máximo poeta religioso de hoy».
¿En la literatura hispánica actual existe una poesía mística?
Bueno, hay que convenir que lo genuino de la mística nos remonta a los siglos de oro de nuestra literatura. Pero ha de reconocerse que también en nuestros días puede escribirse, y de hecho se escribe en Hispanoamérica y en España, una poesía que expresa el misterio, la experiencia única, personal e irrepetible de las realidades divinas por medio de los símbolos.
¿Cómo se enfrenta usted al hecho religioso a través de la poesía?
La vivencia religiosa afecta a lo más radical del hombre, y la concisión y expresividad del símbolo poético permite comunicar la experiencia y la emoción que suscita. Lo han reconocido también los últimos papas, que han considerado que la poesía, como cualquiera de las demás bellas artes, puede reflejar por medio de la belleza la «suma belleza». Al releer ahora y comentar toda mi producción poética, he tratado de aportar una reivindicación en toda regla de la poesía como lugar teológico.
Un capítulo del libro se titula 'Compromiso estético y religioso'. ¿Por qué cree que en la poesía tiene que haber este compromiso?
La literatura debe estar comprometida con el hombre de su tiempo. La poesía es conciencia emocionada, y por medio de las imágenes y los símbolos puede sugerir las honduras existencialistas en clave cristiana, religiosas, transcendentes. La poesía es creación artística de un hombre para dar respuesta a la soledad e insatisfacciones de los hombres y urgirlos a abrir puertas a la esperanza. Un compromiso a favor del hombre, radical, porque afecta a la misma raíz del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios.
¿Qué papel puede tener la poesía religiosa o mística en la Nueva Evangelización?
Este estudio de mi poesía me ha servido para repensar y reactualizar mi papel como poeta, que tiene mucho que ver con el de profeta y de sacerdote. El nuevo ardor, los nuevos métodos y las nuevas expresiones de la fe, que son las características de la llamada Nueva Evangelización, no deben ser solo teoría. Hay que aceptar como tales las expresiones artísticas y también la poesía como quintaesencia de la expresión, pues son formas de conocimiento, interpelan y comunican la experiencia más íntima.
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