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Espectacular salto del joven extremo zurdo Miguel Lacasa. / Fernando Blanco
A la séptima fue la vencida
Cuatro Rayas 25 - 23 Granollers

A la séptima fue la vencida

César Pérez puso el orden necesario para sumar el primer triunfo de la temporada

MIGUEL ÁNGEL PINDADO

Lunes, 22 de octubre 2012, 13:29

«¡A por ellos, oe!». El grito de la afición vallisoletana volvió a tronar en Huerta del Rey para llevar en volandas al Cuatro Rayas a su primera victoria de la temporada después de siete jornadas. Un triunfo que sabe a gloria bendita, que se disfrutó en la grada con esa pasión de tiempos lejanos cuando el equipo imponía su coraje y orgullo a los presupuestos millonarios. El regusto de la victoria es aún más intenso cuando se sufre, cuando la tensión y los nervios están a flor de piel durante sesenta minutos, cuando la necesidad apremia. Nadie se acostumbra a la derrota y el Cuatro Rayas llevaba camino de comprobarlo. Ahora el equipo ya conoce la ambrosía de sumar los dos puntos, de acabar el partido con una sonrisa de oreja a oreja, de los abrazos tras el pitido final y de la ovación de toda una afición tan deseosa o más que los propios jugadores de disfrutar de la mieles del triunfo.

La recompensa al trabajo de tres complicadísimos meses ha devuelto la ilusión, la fe y la confianza a todo el Cuatro Rayas Valladolid, tanto en la pista como en la grada. El equipo ya sabe ganar, ya conoce el regusto del triunfo. Y además, estos dos maravillosos puntos sirven para abandonar el farolillo rojo de la clasificación, un lugar que comenzaba a pesar como una losa en la plantilla y en la afición.

Pero que nadie se llame a engaño. Esta liga promete la emoción y la intensidad que le ha faltado en otras ocasiones. El Cuatro Rayas era el único equipo de Asobal que no había ganado todavía. La igualdad es máxima y salvo excepciones, los partidos se decidirán en los últimos cinco minutos y al equipo que dirige Juan Carlos Pastor aún le falta mucho para llegar a ser un bloque compacto. La ventaja que tiene es que cuenta con chavales que pueden dar mucho que hablar en un futuro. Félix García, Miguel Lacasa o el central César Pérez ofrecieron ayer su mejor versión para mantener vivo el partido con goles decisivos en momentos claves.

Especial mención para el pequeño central, que parecía olvidado en el banquillo. Saltó a la cancha con el marcador 19-21 a falta de diez minutos para el final, prácticamente como el último cartucho de Pastor ante un equipo que parecía diluirse en mil y un errores y fue uno de los artífices del triunfo. Puso el orden necesario para esos instantes en los que los fallos se pagan con derrota, evitó las pérdidas que estaban condenando al equipo e incluso anotó dos goles esenciales para la victoria. Con él sobre la cancha, el ataque del Cuatro Rayas volvió a la pizarra, a los esquemas, a las cosas que se ensayan y se saben hacer. Sin alharacas, sin estridencias. Únicamente lo ensayado. Se marca una jugada y se resuelve como se hace mil y una veces en los entrenamientos. Y el equipo tomó cuerpo, consistencia. Al menos en ataque. Sin lugar a dudas, un central a tener en cuenta para compartir puesto y ofrecer mayor variedad a las ofensivas moradas.

Y también los extremos Lacasa y Félix mantuvieron el tipo cuando les tocó definir ante un inmenso Gonzalo Pérez de Vargas. Un extremo, al que la rapidez se le presume, debe ser primordialmente listo para rebañar esos balones que quedan sueltos, para robar la pelota y para llegar a tiempo a las ayudas.

Y si los jóvenes dieron la de arena, el resto del equipo no se quedó atrás. La defensa funcionó como no lo había hecho hasta ahora, con la inestimable colaboración de un Héctor Tomás en la portería que ya llevaba siete paradas en los primeros diez minutos y que acabó el partido con 17 intervenciones.

El partido estuvo marcado por la igualdad, solo trastocada a golpe de exclusiones. Ni el Cuatro Rayas, sin Víctor Alonso, ni el Granollers eran capaces de imponer su ritmo en el partido, con continuos altibajos, con excesivos errores y pérdidas absurdas. Eilert puso el 13-12 antes del descanso y Valladolid comenzó a creer en la victoria. Tras el paso por los vestuarios, el Cuatro Rayas se empanó en ataque con seis goles en veinte minutos. Era el momento de cambiar para ganar. La entrada de César como central aportó orden, tranquilidad y seguridad. Con 24-23 y a menos de un minuto del final, Malasinskas regaló un balón a la banda y la grada explotó. La victoria, esquiva durante seis jornadas, al final claudicó y se rindió en Huerta del Rey. A la séptima fue la vencida y ¡qué bien sabe el triunfo cuando se merece y se hace esperar!

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