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Susana Quirós, en los fogones de su escuela./ Antonio Quintero
Un 'hobby' convertido en profesión
Emprendedores | valladolid

Un 'hobby' convertido en profesión

"Es un trabajo durísimo, pero o lo cabiaría nunca por mi antigua actividad en la construcción"

MARÍA VILLALBA

Domingo, 7 de octubre 2012, 15:02

«Me encanta la cocina pero no soy profesional de la hostelería». Susana Quirós, dueña de la escuela de cocina Romero & Juliana en Parquesol, abrió su negocio el 8 de junio del año pasado a pesar de que ella misma reconoce que nunca ha estudiado nada relacionado con el sector. Ha pasado, en apenas tres años, de trabajar como ingeniera técnica de minas a desempeñar la labor de ayudar a sus alumnos a cocinar. «Desde hacía 20 años trabajaba en la construcción, pero me pilló la crisis. Tras un año en paro y viendo que no encontraba nada, me gustó la idea de montar el negocio».

El gusto por cocinar no surgió durante este periodo, sino que desde siempre había sentido curiosidad por aprender nuevos platos, «incluso estando trabajando en mi antiguo puesto, con el ave me iba Madrid a una escuela de cocina porque en Valladolid no había». De esta forma, después de hacer un estudio de costes y encontrar un local, inauguró su nuevo negocio con éxito. «Elegí el sitio en Parquesol porque vivo aquí y no me quería meter en el centro, donde es imposible aparcar. Este local era de venta de comida y una de las cosas más importantes para montar la escuela era que tuviera salida de humos, una chimenea, no podía montarlo en cualquier lugar».

A raíz de tener todo, comenzó a impartir clases y ahora mismo tiene en marcha tres cursos diferenciados, a los que pueden asistir hasta 10 personas. Por un lado, uno anual que terminará en junio, aunque permite la posibilidad de estar los meses que uno quiera y pueda. «Cada uno elige: puedes estar 3, 4 meses aunque lo ideal es todo el año porque dura en función de las estaciones, para que puedas ver todo tipo de cocina de temporada. En invierno, platos de cuchara, sopas calientes; en verano, más enfocado a las ensaladas, gazpachos».

La peculiaridad de este curso, es que es el alumno quien cocina; Susana se encarga de colocarles todos los ingredientes, les aporta las recetas y ellos preparan el menú que ese día este estipulado: un primer plato, un segundo y un postre. «Todos ellos son platos que pueden llevar un acompañamiento, como una salsa por ejemplo. Postres como bizcochos o aperitivos y los participantes, una vez que preparan su propio menú se quedan a cenar». Además, en este curso que cuesta alrededor de 100 euros, los alumnos acuden un día a la semana en torno a 3 horas, a partir de las 7 de la tarde.

Por otro lado, Susana imparte clases los viernes por la tarde o sábados por la mañana «de un único tema». Por ejemplo, un curso de croquetas. «Hay de todas las variedades, croquetas de foi de ave, de queso, de limón, de arroz con leche saladas y dulces. Hay de todo, escabeches, arroces melosos, para picotear». En este, los alumnos observan cómo la profesora enseña y no al revés como el anterior. «Se sientan alrededor de la mesa y yo los enseño, no cocinan, porque además son más laboriosos, y ellos van completando sus recetas». El precio puede oscilar entre 20 euros y 40 euros, porque en Navidad se imparte una clase especial con cena enfocada a la festividad. «Es más caro porque tiene mayor elaboración y coste de los ingredientes».

Para niños

El tercer curso está pensado para los más pequeños y, dependiendo de las edades, cocinarán unas comidas u otras. «Niños entre 5 y 6 años, por ejemplo hacen cookies decoradas. Se entretienen mucho porque es como si jugaran con plastilina, les dejo moldes y cosas para decorar».

Otra clase consta de niños de entre 8 y 11 años, que ya cocinan solos. «Solemos hacer por ejemplo, unas magdalenas de chocolate. «Ellos hacen la masa, cascan los huevos, los baten, los ponen en los moldes y lo hornean. También hacemos pizzas de forma individual, entre todos hacen una masa, y posteriormente añaden los ingredientes que más les gusten. El año pasado, tuve grupos que vinieron durante un tiempo continuado y les enseñé desde hamburguesas y tortillas hasta salsas, ensaladas o mouse de limón». Dado que los niños necesitan una vigilancia, no puede coger a tantos como en el grupo de adultos. «los mayores encajan mejor pero para los más pequeños y diversas recetas necesito a alguna madre porque se me revolucionan».

De esta forma, Susana ha convertido su hobby en su profesión y aunque reconoce que es un «trabajo durísimo» porque aparte de impartir las clases, hace la compra, pica los ingredientes, prepara el curso, lo recoge y limpia cuando acaba, «no lo cambiaría de nuevo por mi antiguo trabajo. Mi negocio me lleva mucho tiempo pero siempre vuelvo a casa con una sonrisa, una cara de satisfacción».

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