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VICTORIA M. NIÑO
Domingo, 3 de junio 2012, 20:42
España lleva veinte años estrenando auditorios, ampliando su mapa sinfónico y gozando del virtuosismo de los mejores maestros del mundo en el Real, el Arriaga, el Auditori o el Miguel Delibes. Castilla y León tiene un sitio en esa cartografía musical de exhibición. Sin embargo los políticos, aunque pocos, alguno hay melómano, apenas han considerado la enseñanza musical en la educación básica más allá de una 'maría'. Estudiar ese lenguaje que, desde la combinatoria matemática, despierta el oído ha tenido tradicionalmente el camino de sirga del conservatorio. Hasta hace tres lustros no había término medio. O el alumno no sabía nada de pentagramas o debía sumergirse en ellos profesionalmente. Siempre estaba la enseñanza privada, las decimonónicas clases a domicilio para quien tuviera los ingresos de un burgués decimonónico. La bonanza económica permitió copiar lo que era tradición en otros países europeos, las escuelas municipales de música. Ahora la crisis amenaza con ahogarlas porque las prioridades son otras. Ya lo decía la Nobel polaca Wislawa Szymborska. «El mundo confía más en lo que ve que en lo que escucha».
Recientemente estrenaba el Miguel Delibes su primera producción para público de 0 a 5 años. El profesor portugués Paulo Lameiro se ha convertido en autoridad de referencia en la motivación musical de los pequeños y, siguiendo su método, sobre el escenario gateaban los bebés. Fue comenzar a sonar el fagot, el violín, el acordeón, y, sin tener aún noticia del flautista de Hamelín, los niños reaccionaron con la misma atracción hipnótica a la música de Agustín Lázaro. Cualquier padre que interprete la reacción como el signo de una sensibilidad especial aunque mayoritaria y quiera que su retoño la cultive habrá de esperar a los 4 años, si sigue habiendo Escuela Municipal, o a los 8, si quiere entrar en el Conservatorio.
«Las escuelas son un método de iniciación musical perfecto ya que desde temprana edad los alumnos van adquiriendo oportuna y adecuadamente destrezas y experiencias básicas como la disciplina, la vivencia real del sonido en conciertos y audiciones, entonación y práctica rítmica semanal y trabajo asociado a la escritura musical», explica Lázaro, cuyo hijo mayor ha saltado tras los cuatro años de 'música y movimiento' en la Escuela Mariano de las Heras, al conservatorio.
En cada provincia hay un conservatorio profesional cuya docencia se divide en Grado Elemental (cuatro años) y Medio (seis años), con un programa ideado para que acompañe la vida escolar del alumno desde los 8 años hasta el ingreso en la Universidad. En Castilla y León solo en Salamanca tiene el grado superior superior. Ismael Clary es profesor de clarinete del Conservatorio de Valladolid y director de la banda de Pedrajas de San Esteban, vive la música desde la docencia profesional y desde la dedicación altruista. «La diferencia fundamental es la edad de ingreso, el examen, y las clases de instrumento individuales en el caso del conservatorio», dice Clary. «La educación musical, en cualquier caso, permite un desarrollo integral de la persona lo mismo que la educación física ayuda al equilibrio mental. En general lo que vemos en el conservatorio es que tenemos muy buenos alumnos, que saben planificarse y organizarse mejor sus estudios. Por otra parte, el aprendizaje musical es también el del respeto, ya que tienes que escuchar a los demás, el silencio, hay mucho trabajo en equipo en orquesta, y formaciones de cámara».
De la seriedad del conservatorio al disfrute amateur. La banda que formó con otros cuatro profesores en Pedrajas de San Esteban cumple 20 años. No son una escuela municipal, están organizados como asociación y una junta en la que participan los padres. «Es importante porque las decisiones también las toman ellos, lo sienten cercano, si hay problemas de dinero buscamos la solución entre todos». Llegar a las dos décadas es todo un logro.
Menos tradición
«Ha sido gracias a la ilusión, el esfuerzo y el trabajo de todos. Más o menos tenemos la edad de las pocas bandas que nos rodean. En Galicia por ejemplo se ha desarrollado una gran actividad de bandas, se ha convertido en un vivero de músicos que nada tiene que envidiar a Levante». La Comunidad Valenciana es la mayor 'productora' de músicos de viento de Europa. Esa convivencia diaria con la música del huerto o la mar al ensayo es desatada también en la cornisa cantábrica y en Andalucía. No así en Castilla y León. Grosso modo se calcula que en Valladolid hay unos 2.000 alumnos de música. Un tercio en la Escuela Municipal, otro en los tres centros autorizados (Pianísimo, Castilla y Modulando) y otro en el Conservatorio.
Alfonso Tejero dirige Pianísimo. «La ley de Solana (LOGSE 1992) nos dio ese nombre para evitar el de conservatorios privados». Con el mismo programa que los públicos, regulado por el MEC y eso sí, con distinto precio, tiene ahora unos 250 alumnos. Admite que se nota la crisis, un centenar menos que otros años. «Lo más caro son las clases de instrumento, porque es un profesor para un solo alumno». Tiene la experiencia de gestionar la escuela municipal de Laguna. «Salen a concurso cada cuatro años. Al final lo dejamos porque había problemas para cobrar. La gente creía que todo era gratis y no, una parte la pone el Ayuntamiento y otra el usuario. Académicamente, a veces vienen padres que confunden los programas de una escuela municipal con la reglada. Aquí se entra con un prueba de acceso y hay exámenes, se ayuda a los alumnos pero no se aprueba sin saber».
Los padres de la Escuela Mariano de las Heras quieren mantener el reglamento que hasta ahora les regía con el programa similar a sus homónimas de la FEMP. «Entendemos que hay crisis, estamos dispuestos a elevar las cuotas, a que no se permita repetir, a quitar los dos años de conjunto, pero no tocar los cuatro de instrumento. Si no se respeta el proyecto educativo, la Escuela se convierte en un taller». El futuro de este centro y del resto está por oírse.
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