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NURIA ESTALAYO
Viernes, 1 de junio 2012, 19:45
La emblemática María se ha despedido de la primera factoría que la vio crecer. El simbólico edificio de la antigua fábrica Fontaneda, regentado actualmente por el Grupo Siro, ha cerrado sus puertas a la producción de galletas. Un total de 45 trabajadores, repartidos entre los tres turnos, han sido los últimos en utilizar la maquinaria y elaborar las últimas galletas que han salido del horno. Todos los empleados, desde los 'batas' como se denominan en la jerga a los encargados y jefes de fábrica, hasta los amasadores, horneros, envasadores y empaquetadores se mostraban emocionados al saber que el histórico edificio echa la llave definitivamente.
La mayoría de ellos se trasladarán hasta la nueva planta que Siro ha construido en el polígono industrial junto a la fábrica de pan, y donde, además de galletas, iniciará la elaboración de cereales. También para una buena parte de los trabajadores también era un día de despedida laboral, ya que 16 de ellos han decidido prejubilarse, y a otros trabajadores eventuales se les concluye su contrato.
En el interior de la fábrica se respiraba nostalgia, hasta las naves, más vacías de lo habitual, parecían mostrar ese sentimiento de pena que siempre surge en los adioses. Una sola línea de producción ha estado el último día en funcionamiento con la elaboración de la María, pero no la tradicional. La María Integral Hacendado circulaba por la fábrica y ha sido la última en ser horneada y envasada en esas paredes que tantas historias podrían contar en sus 80 años de existencia. Por ella han pasado varias generaciones de aguilarenses y de oriundos de otros lugares que se han asentado en la villa gracias a la galleta. Para muchos, ha sido su único trabajo hasta su jubilación.
Además de la producción de múltiples tipos de galletas, sus muros y puertas en el interior y exterior han albergado huelgas, encierros de trabajadores, manifestaciones multitudinarias y hasta una entrada de antidisturbios en el denominado conflicto de Fontaneda en el 2002.
La primera María (la María Fontaneda) germinó en un obrador inaugurado en 1891 y ubicado en la Plaza España, donde actualmente se sitúa el recién inaugurado Museo Calderón Ruiz. No obstante, fue tras su elaboración en la factoría cuando se extendió su fama y reputación por todo el territorio nacional y también fuera de él. Y ha sido desde Aguilar desde donde comenzaron a salir a mediados del pasado siglo estas entrañables galletas para introducirse en los desayunos de tantos hogares españoles y alimentar a tantas generaciones.
A partir de ahora, la María continuará surgiendo de otros hornos, pero la que ha sido su morada por tantos años será derruida en unos meses. Y es que el Grupo Siro está tramitando en estos momentos la licencia de derribo y cuando se apruebe, el inmueble desaparecerá definitivamente del suelo aguilarense.
No obstante, hasta que esto suceda, seguirá siendo la sede de las oficinas de la fábrica galletera en Aguilar y seguirá funcionando como punto de venta de galletas y el resto de productos del Grupo presidido por Juan Manuel González Serna. El solar que quedará vacío, de unos 13.000 metros cuadrados de superficie, será declarado urbano, según el convenio de la empresa con el Ayuntamiento, y está en proyecto la construcción de viviendas y probablemente aparcamientos, aunque las obras no comenzarán antes de 2013.
Parte de la maquinaria de la vieja fábrica, sobre todo las envasadoras que son equipos nuevos, se trasladarán a la nueva sede en Aguilar y a otras galleteras que el Grupo Siro tiene repartidas por el territorio español, como Venta de Baños, Toro y Jaén. Pero otra gran parte, ya obsoleta, como son sus veteranos hornos, se dará definitivamente de baja. En sus mejores tiempos, en los años ochenta, la fábrica tuvo hasta quince líneas, sacando una producción de 200.000 kilos diarios. Con el Grupo Siro, no se ha quedado muy atrás pues sus nueve líneas han llegado a producir en un día hasta 140.000 kilogramos.
A partir de hoy, el aroma tan característico que estos hornos han enriquecido a la villa aguilarense desaparecerá de sus céntricas calles. Aunque para todos, Aguilar siempre tendrá ese delicioso olor a galleta.
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