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Valladolid

Bodas de platino y telón final

Los Cines Roxy de Valladolid celebran el próximo viernes, 4 de marzo, su 75 aniversario con una jornada de puertas abiertas, proyecciones y fiesta final, a la espera de su cierre definitivo para convertirse en sede del Casino de Castilla y León

ICAL

Domingo, 27 de febrero 2011, 17:52

El 4 de marzo de 1936, tras superar varios retrasos para adaptar las instalaciones a los requerimientos del Ayuntamiento de Valladolid, abría sus puertas en el número 20 de la calle María de Molina el Cinema Roxy. El próximo viernes, los actuales Cines Roxy celebrarán su 75 aniversario, una efeméride que se celebrará con una jornada de puertas abiertas desde las 10 horas hasta superada la medianoche, con la proyección ininterrumpida de siete películas que resumen la historia de las emblemáticas salas, y un fin de fiesta en El Desierto Rojo, engalanado para la ocasión.

Las bodas de platino de la segunda sala más antigua de Valladolid, y una de las pocas que han resistido en el centro histórico de la ciudad, coinciden con la confirmación por parte de su actual propietario, Enrique Cerezo, de que antes de que acabe el año los cines cerrarán sus puertas y se prepararán para albergar, durante los próximos 25 años y en régimen de alquiler, el Casino de Castilla y León. Atrás quedarán miles de películas, de espectadores y de anécdotas que han pasado por sus instalaciones, desde que los hermanos Emilio y José Lafuente se embarcaran en la aventura y abrieran el negocio.

No fue el Roxy su primer reto en el sector. Integrantes de una saga dedicada a la zapatería, los Lafuente habían decidido pocos años antes abandonar el negocio familiar. Fue tras asistir a la sesión de uno de los cines ambulantes que poblaban la Acera Recoletos en los años 30, cuando decidieron montar su propio cine. Después de negociar con sus otros tres hermanos la adquisición de un local que iba a convertirse en fábrica de zapatos, el 2 de febrero de 1933 abría sus puertas en la calle Mantería el Cine Lafuente, el más antiguo que se conserva actualmente en Valladolid, ya con la denominación Cines Mantería.

En plena irrupción del cine sonoro, el negocio les fue bien, y dos años después apostaron por diversificar y le compraron a las monjas dominicas francesas un local ubicado frente a su antiguo colegio. El encargo de diseñar el nuevo edificio recayó en el arquitecto ovetense Ramón Pérez Lozana, responsable de la renovación urbanística de Valladolid en los anteriores quince años (suyas son construcciones como el bloque Santiago 26 o el Teatro Carrión), que habilitó un local con 1.150 localidades, 650 en el patio de butacas y 500 en el anfiteatro.

Arquitectura moderna

El propio arquitecto desgranaba los detalles del proyecto al diario El Norte de Castilla, el día de la inauguración: La arquitectura responde al tipo moderno, basada en los últimos adelantos de la luminotecnia, de gran sencillez y parquedad, buscando los efectos de la luz y aprovechando las ventajas que la disposición del espacio ofrecía. Arrancando directamente del vestíbulo surgen dos escaleras laterales en disposición de facilitar un rápido embarque y desembarque. Dichas escaleras rematan en el vestíbulo, el cual da acceso a las localidades y a las dependencias accesorias (bar, enfermería, despachos de administración y gerencia, váter).

Con decoración a cargo de Aquilino Luengo Mayor, proyectores Super-Simplex y equipos de sonido de la marca R.C.A. Photophone, la película elegida para la inauguración fue Don Quintín el amargao, debut del catalán Luis Marquina, con guión sin acreditar y supervisión a cargo de un aragonés llamado Luis Buñuel. La taquilla de aquella jornada inaugural sería destinada íntegramente a los damnificados por las inundaciones más severas que se habían vivido en la ciudad en el primer tercio del siglo, con crecidas de hasta ocho metros sobre el nivel ordinario del Pisuerga y la Esgueva los días 28 de enero y 21 de febrero. Pero apenas nadie fue al cine esa noche.

El fracaso de taquilla llevó a los hermanos Lafuente a pensar que se habían equivocado. Mi abuelo me contaba que aquel día pensó: Con toda la inversión que hemos hecho, y nos vamos a pegar un castañazo con este local. Tenía pánico, porque el Roxy estaba a las afueras de Valladolid, pero un día después llenaron las cuatro sesiones que ofrecieron, recuerda a Ical Francisco José de la Fuente, actual responsable de programación de Roxy y Mantería.

El nombre del local que ahora celebra sus 75 años en activo procede, según explica De la Fuente, de un reportaje que su abuelo Emilio y su tío abuelo José vieron antes de una de las películas proyectadas en los Cines Lafuente. La noticia contaba que en Nueva York había abierto sus puertas el mayor coliseo cinematográfico del mundo, el Cinema Roxy, y decidieron adoptar ese nombre y abrir en Valladolid el primer Cine Roxy de España. Registraron la patente del nombre hasta comienzos de los 40 y tiempo después se abrieron otros cines homónimos en Madrid o Talavera, detalla.

Esa denominación acarreó no pocos problemas a los hermanos, ya que tras el estallido de la guerra civil, en julio de 1936, las nomenclaturas anglosajonas pasaron a estar prohibidas en España. Así, durante tres o cuatro años, el Cinema Roxy pasó a llamarse Cinema Radio, apelativo que abandonaría tras la resolución del conflicto, cuando los propietarios convencieron a las autoridades militares de la época.

Debido a las limitaciones técnicas del momento, las películas largas no podían proyectarse de una sentada, y entre bloques de bovinas era habitual que para distraer a los asistentes apareciera a los pies de la pantalla un actor cómico o un espectáculo de variedades. Mis abuelos (así considero a los dos) siempre decían: Esto es un acontecimiento, y tú tienes que hacer que, cada vez que se apague la luz en la sala, el espectador tenga la sensación de que va a ver algo extraordinario. Siempre hemos tenido esa filosofía, tanto cuando mi familia era la propietaria del cine como ahora con Enrique (Cerezo), hemos mantenido ese espíritu de que el cine sea una aventura, apunta el actual programador.

Nuevos tiempos

Ya en los años 50, cuando Emilio Lafuente abandonó la dirección, uno de sus hijos, con el cual compartía nombre, asumió las gestiones de programación y gerencia. En esa etapa, que se prolongó hasta finales de los años 80, se vivieron momentos especialmente tensos con estrenos como los de El caso Almería (Pedro Costa, 1984) o La última tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1989).

Con El caso Almería teníamos constantes avisos de bomba, y nos tiraron varios cócteles molotov que quemaron las puertas de madera y la taquilla que había entonces; en esos años teníamos a varios coches patrulla de la policía merodeando por la zona para evitar disturbios. Todos los cines que en la Transición dimos películas un poco problemáticas vivimos nuestras dificultades, como sucedió en su día con el Coca cuando exhibió El crimen de Cuenca (Pilar Miró, 1981). Por otra parte, con La última tentación de Cristo cada día, a las cinco en punto de la tarde, venía un cura megáfono en mano a rezar el rosario acompañado de unas cuantas beatas, que rogaban por el alma de los impíos espectadores que entraban a ver la película, recuerda Francisco José de la Fuente.

Tras el fallecimiento de Emilio de la Fuente en 1989, se repartieron la gestión entre tres primos descendientes de los fundadores, antes de que en junio de 1990 el empresario madrileño Enrique Cerezo adquiriera tanto el Roxy como el Cinema Lafuente (este último funcionó entre 1982 y 1992 como la única Sala X de Valladolid).

Después de acometer la reforma de los Cines Lafuente en 1992, tres años después Cerezo emprendió un lavado de cara fundamental en el cine Roxy. Hasta entonces era un local de 1.075 butacas y se llenaba. Aquí llenó Parque Jurásico, Instinto básico, Thelma y Louise, Terminator 2, explica Francisco José de la Fuente. El local pasó así a contar con dos salas, la de abajo con 550 butacas y la del piso superior con 350. Localidades que se redujeron de nuevo con la última reforma acometida en el cine, que tuvo lugar en 2005 y dejó 430 y 270 localidades, respectivamente, con el objetivo de ofrecer mayor comodidad a los asistentes ante la proliferación de multicines que vivió la ciudad.

La hora del adiós

Ahora, la lista de cierres que abrió en el nuevo siglo el Vistarama (2000), seguido por los Coca (2005), Ábaco (2009) o Parquesol (2009), se sumarán antes de que acabe el año los Cines Roxy. No comeremos las uvas, apunta el actual programador de los cines, para quien este coliseo emplazado en el corazón de Valladolid es mucho más que trabajo. He pasado aquí toda mi vida, metido en el cine. Desde que era pequeñazo, venía con mi padre a pasar los fines de semana aquí. La decisión, a pesar de que me joroba a nivel personal, la entiendo desde la perspectiva empresarial. Una cosa son los sentimientos que puedas tener y otra es la cuestión económica, pero como ciudadano, a mí me duele que cierren un cine; no éste, sino cualquiera, porque un cine, además de ser un negocio, es un espacio de cultura.

Para celebrar el 75 aniversario, los Cines Roxy han ofrecido por el momento un preestreno acompañado de rueda de prensa cada mes del año (la ronda comenzó en enero con La daga de Rasputín, de Jesús Bonilla, y ha seguido en febrero con Aficionados, de Arturo Dueñas). La idea de La Fuente, que todavía está por concretar en función de los trámites burocráticos pertinentes, pasa por llegar a la 56ª edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), que se celebrará del 22 al 29 de octubre. Sería un magnífico broche de oro para el Roxy, apunta recordando que actualmente es la segunda sala del certamen.

Sin embargo, el plato fuerte de los festejos llegará este viernes, con la proyección de grandes clásicos, uno por década, que han marcado la historia del séptimo arte y de los propios Cines Roxy. El delirante Atraco a las tres (José María Forqué, 1962) de Cassen, López Vázquez y Gracita Morales compartirá protagonismo con las técnicas más sofisticadas empleadas por Sean Connery como James Bond, las aventuras de John Wayne en La diligencia (John Ford, 1939) o los pasos de baile de Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952), antes de cerrar la velada con la exhibición de Don Quintín el amargao, aquella película con la cual se levantó el telón 75 años atrás. Queremos rendir homenaje a la gente de Valladolid y también al propio local, por haber aguantado 75 años, que no está nada mal, concluye De la Fuente.

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