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DOLORES ALONSO
Viernes, 20 de noviembre 2009, 02:06
Por qué unos inventos prosperan y otros no? Sería difícil saber cuáles fracasan por no saber aunar utilidad y economía, por falta de patrocinio para ponerlos en marcha, o por no llegar a quienes podrían aprovecharlos. De los que triunfan, no hace falta preguntarse la razón. Por ejemplo, a los miopes, hipermétropes y présbitas nadie necesita glosarnos el mérito del que inventó las gafas, aunque no haya conseguido saber si fue un tal Sofronius Eusebius Hieronymus (doctor de la Iglesia en el siglo IV), si las inventaron los chinos, si se deben al matemático árabe Alhazen o a un monje italiano del siglo XIII, Alessandro della Spina. Mi agradecimiento profundo para todos ellos.
Por eso, entre las actividades de la Semana de la Ciencia en Valladolid, todos los años me llama la atención el Premio del Museo de la Ciencia para jóvenes inventores, porque me parece una buena forma de estimular a los chavales que se estrujan el cerebro para solucionar problemas -¿qué educación para la ciudadanía podría soñar mejor objetivo?- Especial homenaje, por su ingenio y por su motivación altruista, para Rubén Aguilar, que ha sabido convertir unas pinzas de la ropa (de esas que sirven para ajustar el bajo de los pantalones al andar en bici), una vela, una bombilla y un timbre viejo en una alerta preventiva de incendios.
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