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ISABEL F. BARBADILLO
Miércoles, 18 de noviembre 2009, 01:39
«Podríamos decir que las gentes de Soto de Medinilla son los abuelos de los vacceos», de los habitantes que poblaron la zona oriental del valle medio del Duero cuatro cientos años antes de Cristo. De forma atractiva, con lenguaje cercano y sugestivas ilustraciones, Carlos Sanz Mínguez, director del Centro de Estudios Vacceos 'Federico Wattenberg', narró ayer, casi como un cuento, la historia de estos pobladores de la Edad del Hierro que dejaron su huella en el yacimiento de Pintia, junto a la localidad vallisoletana de Padilla de Duero.
Presentado por el director del Aula de EL NORTE DE CASTILLA, el profesor Ricardo Martín Laguardia, que elogió el rigor investigador del ponente -«como demuestran sus numerosas y acreditadas publicaciones»-, Carlos Sanz expuso, ante el nutrido auditorio del Paraninfo de la Universdidad de Valladolid, los tesoros que encierra uno de los más yacimientos «más emblemáticos» del Valle Medio del Duero», que no dudó en calificar a «diamante en bruto», expresando así sus potencialidades.
Desde el convencimiento de que «investigación, protección y divulgación deben ir de la mano», Sanz Mínguez dejó claro que el modelo elegido para el yacimiento de Pintia defiende el desarrollo económico, social y sostenible de la zona, que puede y debe convertirse en fuente de recursos para que nadie, ni los agricultores que hieren con su arado las estelas, sean perjudicados. Por eso lamentó las dificultades para excavar un santuario descubierto desde el aire y ubicado en terrenos privados.
El granero de Castilla
A diferencia de los habitantes de Soto de Medinilla, distribuidos en aldeas, los vacceos fueron pioneros en construir, en la segunda mitad de la Edad del Hierro, ciudades-estado donde convivían miles de personas. Unas cinco mil en Pintia. Agricultores y ganaderos y, sobre todo, artistas de la metalurgia que perfeccionaron para fabricar herramientas de labranza y armas defensivas.
Cientos de hectáreas dan para recoger mucho cereal, origen, según el conferenciante, «de ese granero de España que fue Castilla». Y como también se dedicaban a la ganadería, pagaban los tributos con miles de capas de sarga o lana, sin olvidar el vino y los banquetes, «elementos de cohesión social y alianzas». Sociedad opulenta y bien organizada, jerarquizada y con una oligarquía guerrera a la cabeza que luchaba extramuros con los continuos asedios, como demuestras los hallazgos en una parte del yacimiento denominado la ciudad de Las Quintas.
Expertos también en la elaboración de cerámica, los vacceos de Pintia, depositaban en sus vasijas las cenizas de sus muertos junto con valisosas piezas de sus ajuares. Carlos Sanz Mínguez no pudo evitar la emoción al relatar cómo aparecen los restos de niños, acompañados de abalorios o collares de piedra. La necrópolis de Las Ruedas es uno de los cementerios de la época más importantes de la Península, a juicio del ponente.
La zona arqueológica de Pintia ocupa 125 hectáreas y no oculta su sed de inversión para descubrir sus más guardados secretos.
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