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El poeta valenciano Francisco Brines. / JAVIER LIZÓN-EFE
«En todos los grupos hay unos pocos poetas que hacen avanzar la poesía»
FRANCISCO BRINES | POETA

«En todos los grupos hay unos pocos poetas que hacen avanzar la poesía»

El autor de 'El otoño de las rosas' protagoniza desde hoy las jornadas literarias de la Cátedra Miguel Delibes

ANGÉLICA TANARRO

Miércoles, 11 de noviembre 2009, 02:35

Habla pausado, su conversación no tiene desperdicio y lo que dice hace olvidar que la entrevista tiene lugar por teléfono. Sus palabras precisas pero en nada afectadas traen a primer plano que se trata de una de las voces poéticas más importantes del panorama literario español. Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) tiene una semana ajetreada (forma parte del jurado del premio Loewe) y a partir de hoy será el protagonista de las jornadas que la Cátedra Miguel Delibes de la Universidad de Valladolid organiza bajo el título 'Poesía: lugar de encuentro'.

Representantes de varias promociones de poetas en activo analizarán sus encuentros y desencuentros con la Generación de los 50 a la que pertenece el autor de 'La última costa', que recibirá un homenaje durante estos días.

-En las jornadas se hablará de encuentros y magisterios. ¿Se reconoce en la obra de aquellos poetas que ven en usted una referencia?

-Mi única referencia es la buena poesía. La de los poetas que me precedieron, la de los coetáneos o la de los más jóvenes. De los anteriores a mí quedan pocos. Yo mismo estoy al límite de la despedida así que estoy atento a la aparición de nuevos poetas. Como estoy en el jurado de algunos premios, sigo lo que hacen los distintos grupos generacionales. Y en casi en todos ellos abundan los poetas que, teniendo en cuenta la pericia del oficio, siguen la tendencia dominante. Pero siempre surgen unos pocos buenos poetas con personalidad que hacen avanzar la poesía. Porque la poesía avanza por ondulaciones. No es como en otras facetas de la vida que los avances son absolutos. Aquí hay momentos buenos, a los que siguen otros más caídos... Hasta que aparecen poetas que hacen que nos sigamos emocionando.

-¿Qué poetas hacen ahora que se emocione? ¿Daría nombres?

-Hay una generación en la que para mí hay varios poetas de gran calidad. Es la que ahora tiene entre cuarenta y cincuenta años. Y daría un nombre que para mí la resume. Es el de Carlos Marzal. La suya y la de varios poetas de su generación es una poesía que no está lejana a la mía, en el sentido que busca la buena escritura pero que al mismo tiempo transmita unos contenidos inteligibles. Calidad y transmisión de contenidos emocionantes que se cogen de inmediato serían sus características. Aunque luego la importancia de la poesía se mide con esas referencias y esas imágenes que el texto, tras esa primera impresión, hace crecer en ella.

-La consideración como grupo de la generación a la que pertenece y en la que están poetas muy diferentes ha sufrido altibajos a lo largo de los años. Ahora muchos poetas la reivindican. ¿Qué cree que tenían ustedes en común?

-Al segundo grupo de la generación de los 50 nos unió el hacer una poesía, que en muchos de ellos era crítica, pero en vez de dirigirse a un lector que no existía, es decir, al obrero, se dirigía a un lector burgués, a un lector con la misma experiencia de vida que los autores. Se hacía crítica y era una poesía social que criticaba las posturas indolentes, pero se dirigía a un lector culto y por lo tanto la poesía era más elaborada que la que hizo el grupo anterior.

-Su poesía, de tono elegíaco, ha tenido siempre un tono de despedida. En 'La última costa' ese tono se acentuó y de hecho se ha convertido en su último libro. Con él se cierran sus obras completas que se subtitulan 'Ensayo de una despedida'. ¿Se mantiene en su idea de no publicar más?

-Lo cierto es que he seguido escribiendo y tengo ya prácticamente terminado un libro, pero en estos momentos estoy un poco yermo. Hay tres o cuatro poemas en los que tengo que trabajar pero ahora no tengo el impulso de hacerlo. No sé si será mi último libro o el penúltimo, porque ya estoy tocando el horizonte final. Pero el que haya una mayor temporalidad entre mis libros es normal, sobre todo al final de la vida. Porque las cosas que un poeta tiene que decir son limitadas. No quiere decir que la vida no tenga otros intereses e incluso que algunos puedan llegar a convertirse en poemas. Pero la poesía elige ella misma y por sí sola los temas los tonos del poeta. En mi vida, ya larga, se ha ido escribiendo sola, respondiendo a intereses oscuros, ciegos, quiero decir, no premeditados. Y el sentido de la poesía es no repetirse. La ambición es que al escribir un nuevo poema tenga relación con lo anterior, sí, pero que aporte algo nuevo, que añada algo a lo ya escrito. Y eso justifica que se escriba menos, que haya más distancia entre un libro y otro.

-En su larga trayectoria están los premios importantes, tres veces el Nacional, el de la Crítica... ¿Qué han significado para usted?

-El primero de ellos, el Adonais, fue el único al que me presenté. Porque en aquel momento (1959) era, por los poetas que había premiado, un galardón de gran resonancia. Suponía el conocimiento del poeta por parte del lector y de los otros poetas y que le abrieran las puertas de diversas colecciones de poesía. Nunca más me presenté. El resto de los premios son de instituciones que lo conceden por una trayectoria o por algún libro en concreto. Son especialmente valorados por mí porque suponen sobre todo un estímulo. Saber que tu poesía interesa al lector.

-Siempre ha reconocido la influencia de Cernuda en su obra. Y críticos y especialistas lo corroboran. ¿Reconoce alguna más?

-Creo que la influencia mayor, porque marcó mi destino como poeta, fue la de Juan Ramón Jiménez. Y eso porque tuvo lugar en la adolescencia. Su obra cultivó y educó mi sensibilidad y lo hizo en muchas direcciones. Es el poeta al que quise más y al que más le debo, aparte de que considero que es el poeta mejor del siglo XX y su influencia, no sólo en el siglo XX sino ahora en el XXI sólo es comparable con la que tuvo Garcilaso en los tiempos clásicos. Son los dos grandes creadores de poesía. El último Juan Ramón es el que más influye en los jóvenes y eso da idea de su importancia. En cuanto a Cernuda, sí, fue el poeta que me enseñó a sentir el hombre que escribe dentro del poema. No con exaltación sino con una cierta objetividad. Porque en Juan Ramón hay cosas que te hacían distanciarte del hombre, con el que no siempre estabas de acuerdo, pero leyendo a Cernuda puedes tocar a Cernuda, puedes conocerle como si estuviera entre nosotros. Estos son los importantes porque fueron los que leí cuando me estaba formando, pero hay otros poetas extraordinarios. Qué decir de Borges, de Cavafis, de Eliot...

Continuidad

-Volviendo al libro que está escribiendo, y aunque sea difícil hablar de un libro no terminado, ¿considera que es una continuación de los anteriores?

-Sí. Y creo que eso pasa con todos mis libros. Todos tienen una continuidad a partir del segundo, de 'Palabras a la oscuridad' e incluso en el primero hay cosas que aparecen en poemas posteriores. El que estoy escribiendo considero que está a la misma altura que los otros, de lo contrario no lo publicaría. Pero, con todo, creo que el libro central de mi juventud es 'Palabras a la oscuridad' y el libro central de mi madurez es 'El otoño de las rosas'. Pero el poeta tiene un mundo cerrado y el lector cuando llega a uno de sus libros, es el primero el que le impacta. Con Juan Ramón Jiménez eso me ocurrió con la 'Segunda antolojía poética' y con Cernuda, con el libro 'Como quien espera el alba'. Con los míos ocurre lo mismo y eso sí me alegra.

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