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MIGUEL A. PINDADO VALLADOLID
Sábado, 7 de noviembre 2009, 02:01
De los muchos viajes del BM Valladolid a lo largo de su andadura europea, sin duda alguna el desplazamiento más recordado por su carácter épico fue el que llevó al equipo a la localidad serbia de Backa Palanca para disputar ante el Sintelon las semifinales de la Copa City. El viaje fue sencillamente esperpéntico.
La guerras entre los distintos países de la extinta Yugoslavia habían llevado a la OTAN a ordenar un bloqueo sobre Serbia, que en aquel mes de marzo del 2000 se mantenía vigente e impedía el desplazamiento en avión hasta su capital Belgrado. El BM Valladolid optó por volar, con una escala en Münich, a la capital croata, Zagreb, y después continuar viaje en autocar.
Ante las noticias de la escasez de productos alimenticios e incluso la dudosa calidad de los mismos debido al bloqueo áereo, el club aprovechó sus excelentes relaciones con Paco Martínez, de La Criolla, y se dispuso un baúl con casi doscientos kilos de viandas para los tres días y para toda la expedición (el equipo y un reducido grupo de directivos y medios de comunicación).
Las cosas empezaron a torcerse cuando en el precipitado transbordo de avión en Münich, los cuadriculados alemanes decidieron que no les daba tiempo a transportar el baúl de la comida de un vuelo a otro. Así, las autoridades del aeropuerto de Zagreb comunicaron que el baúl no había viajado. Imposible esperarle y mucho menos contar con que le transportaran hasta Serbia debido a las entonces inexistentes relaciones con los croatas debido a la guerra.
Sin comida, pero con ilusión, la expedición vallisoletana inicio el tedioso viaje hasta la localidad fronteriza serbia de Backa Palanka. Como el hambre apremiaba a todos los viajeros, los responsables de la expedición decidieron parar en uno de los restaurantes de la autopista croata. Un viejo matrimonio regentaba el destartalado local. Tenían provisiones, pero no la infraestructura ni la movilidad necesaria para atender a un autocar de bocas hambrientas y con prisas por llegar a su destino. Ahí apareció el genio de Paco Martínez y su dominio de la hostelería. En un abrir y cerrar de ojos se colocó el mandil, se puso a dar órdenes en la cocina y en una hora ya estábamos todos servidos y comidos. Y el matrimonio tan contento con la caja y sin haber pegado apenas un palo al agua.
La dureza de la guerra
A medida que el autocar se acercaba a la frontera con Serbia se hicieron más patentes las heridas de la guerra entre serbios y croatas. Atravesamos carreteras escoltadas por campos de minas, puentes reconstruidos por militares y pueblos semiabandonados con calles repletas de casas con enormes cicatrices de cañones. También cruzamos Vukovar, una localidad maldita que fue durante tres meses frente de batalla. Ni un niño por las calles. Solares destruidos con el mortífero aviso de posibles minas y bombas sin explotar. Fachadas grabadas a fuego y agujereadas por miles de balas. Vecinos cabizbajos, como avergonzados del horror del que fueron protagonistas. El atronador silencio en el autocar reflejaba el impacto impresionante que el horrible escenario provocó en un grupo de personas ajenas a la crudeza y auténtica realidad de la guerra, pese a que los fusiles habían dejado de sonar varios años atrás. La providencial noche fue convirtiendo en fantasmas las terroríficas imágenes y acabó por esconderlas imborrables en el recuerdo. Como si de un aparato de televisión se tratase, en cuanto los horrores dejaron de verse, la alegría y la ilusión, instintivamente, volvió a la expedición vallisoletana.
El autocar llegó hasta el paso fronterizo y la expedición bajó y recogió sus maletas. Los aduaneros insinuaron la posibilidad de agilizar los trámites con un pequeño aguinaldo, pero mientras la expedición discutía si pagar o no la mordida, el autobús se marchó sin esperar a más explicaciones.
Un puente y andando
¡Alea jacta est! Después de varios minutos, los policías permitieron atravesar su frontera gratis y las 31 personas que componían la expedición iniciaron su peregrinaje en tierra de nadie. Y es que la frontera entre ambos países en este punto es el río Danubio. Sin iluminación -nadie paga lo que no es suyo-, los casi mil metros de puente se hicieron eternos, cargados cada uno con su equipaje, juntos, muy juntos y a oscuras. Casi en la frontera serbia esperaba un autocar fantasmagórico. La policía obligó a subir a todos con el único fin de mantenerlos encerrados. El control de pasaportes, dentro del vehículo, se prolongó casi tres cuartos de hora con discusión incluida sobre el paso o no de las cámaras de fotos y televisión. Finalmente, la valla se levantó y llegamos al hotel de Backa Palanka.
Esa misma noche, mientras algunos directivos y periodistas buscábamos un lugar donde tomar una copa tras la cena, los gritos de «Solana, hijo de puta», «OTAN asesina» (el español Javier Solana era entonces el jefe de la OTAN), en perfecto castellano aconsejaron que el hotel era más seguro.
El mismo día del partido, cuando el autocar acababa de recoger al equipo en la puerta del hotel, un grupo de exaltados ultranacionalistas serbios, con sus camisetas de «Karadzic is hero» (Karadzic es un héroe), apalearon el vehículo y volvieron a vocear consignas contra España, Solana y la OTAN.
También el aspecto deportivo se sumó al carro de la tensión. De Huerta del Rey el BM Valladolid se habiá llevado¡doce goles! de diferencia (32-20), pero a falta de cinco minutos, los serbios del Sintelon (entre los que estaba Milinovic y Krivokapic) habían igualado la eliminatoria. Afortunadamente Montes y Pisonero arreglaron el desaguisado (30-20).
El regreso desde Backa Palanka únicamente tuvo como aliciente hallar el baúl retenido en Münich.Y se encontró, aunque solo pudieron aprovecharse el jamón, lomo y chorizo envasados al vacío. ¡Y como se aprovechó!. En el vuelo a Madrid, se fueron abriendo los envases, dotando al avión de una reconocible, jugosa y siempre saludable fragancia a ibérico que despertó más de una envidia en los pasajeros.
Un viaje aleccionador en todos los sentidos, personal, deportivo y vital, que sin lugar a dudas imprimió carácter en el club para iniciar su gran camino europeo.
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