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ARTURO POSADA
Martes, 1 de septiembre 2009, 03:21
El fútbol, como las bolsas, posee un alto grado de volatilidad. Pero si el éxito de cada jugador lo determina el valor más reciente (su actuación en el último partido), Jacobo Sanz (Valladolid, 1983) cotiza por encima de todos los porteros de la Liga, incluido Sergio Asenjo, castigado en su debut atlético. Jacobo ha dado el estirón en Primera después de tomar calcio en su etapa en el Numancia (Segunda, 2007-08) y, especialmente, tras los 17 partidos que disputó con el Getafe en la temporada anterior. Las cesiones persiguen ese objetivo: foguear a los futbolistas lejos de casa para que vuelvan con la mili hecha. Jacobo es la apuesta de Mendilibar para la portería del Real Valladolid.
Los analistas más fríos creían ver indicios de que el elegido sería Justo Villar. Veterano, titular de la selección paraguaya, con el Mundial a la vuelta de la esquina Villar vivió a la sombra de Sergio Asenjo el pasado año, se desesperó y sólo la lesión del palentino le permitió jugar en la Liga española. Quince partidos, dos menos que Jacobo en el Getafe. Cuantitativamente, el canterano blanquivioleta llegaba con ventaja.
Jacobo fulgió ante el Almería, convertido en salvador de un Real Valladolid en inferioridad numérica. Su actuación se elevó tanto como los 193 centímetros de su estatura. Paró balas de todos los calibres. Se ve más maduro, fuerte mentalmente, analítico. Y más reposado. Es consciente del carácter fugaz de los éxitos. «Hay que mejorar muchas cosas. Si enfrente hay un equipo con un poquito más de puntería nos habríamos vuelto con tres goles», reflexiona. Como el fútbol es azaroso, Jacobo no se olvida de que el partido del domingo pudo acabar mal: «Hubo una jugada con cuatro remates, un envío al palo. De diez veces que pasa, en nueve entra».
La satisfacción del trabajo hecho y los elogios recibidos no debilitan a este portero, auténtico producto de la cantera del Real Valladolid, donde llevó a cabo toda su formación pre-profesional. Jacobo sabe que no siempre saldrá indemne de bombardeos como el que sufrió en Almería. «Supimos solventar la situación con un hombre menos y quizá no se le pueda pedir más al equipo. Pero podemos mejorar cosas: ante la portería rival debemos estar más acertados. Además, nos rematan muchas veces a balón parado. Debemos mantener la concentración».
Blanquivioleta desde la infancia, Jacobo jugó su primer partido en Zorrilla con la camiseta del Getafe. Una parte del público le pitó entonces por perder tiempo y el portero se sintió herido. Aquellas heridas cicatrizaron rápidamente. Como profesional defendía los intereses del escudo que vestía. Cuando se vio obligado a ralentizar la puesta en circulación del balón, lo hizo. Exactamente igual que el pasado domingo en el campo del Almería, ya con los colores de toda su infancia.
«Tengo que saber jugar con eso. Defiendo los intereses de mi equipo. Si encima veo que jugamos con uno menos y tengo que perder tiempo, aunque me muestren una tarjeta, lo haré una y 50 veces. También se trata de dar un respiro a mis defensas», explica.
Su debut en Primera podría considerarse doble: el Getafe-Betis de la pasada temporada, que acabó con empate a cero, y el Almería-Real Valladolid de ésta, con idéntico resultado. Para llegar hasta aquí, Jacobo ha tenido que ir creciendo en cesiones previas en el Palencia (temporada 2003-04) y Real Jaén (en la campaña 2004-05).
José Luis Mendilibar reconoció la pasada semana que los futbolistas elegidos para el primer partido ya tienen una ventaja inicial en la lucha por la titularidad en las jornadas posteriores, siempre que rindan conforme a los parámetros que marca el técnico. Los cambios en la posición de portero suelen obedecer a causas traumáticas (una lesión, una ristra de fallos del titular...) y la primera elección marca habitualmente toda la competición. Jacobo supo que Mendilibar había optado por él en la charla del mismo domingo. «Egoístamente piensas que vas a jugar, pero hasta que no te lo dicen no te lo acabas de creer. Por suerte, me eligió a mí. Ahora toca seguir haciendo las cosas bien».
A sus 26 años, Jacobo enfila el camino de la madurez profesional. Él mismo admite tener ahora «la cabeza mejor amueblada». Si mantiene el nivel, Justo Villar puede empezar a preocuparse. Jacobo ya es un portero del presente.
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