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ANASTASIO ROJO VEGA
Viernes, 22 de mayo 2009, 02:54
Corría el año 220 antes de Jesucristo cuando unos niños que cuidaban los bueyes, los caballos y las ovejas en los prados de hacia la puesta del Sol, entraron corriendo en el poblado, advirtiendo a sus padres de que venía una muchedumbre de gente extraña, armada, y con aspecto peligroso.
Lo eran de verdad. Eran las tropas de Aníbal, que había decidido darse una vuelta por las tierras de los vacci, a ver si era cierto que tenían tantas riquezas como se decía y para quitárselas, que la oportunidad de hacer botín era la que movía fundamentalmente a las naciones de la época.
Los vacceos, los habitantes del país de Vac-Ca, aliados a muerte, siempre, de los vecinos de Are-Vac, y de su capital, Numancia. Considerados el pueblo más culto del Noroeste peninsular, así fueron descritos en las historia de la época y así lo transmitió a la posteridad el siciliano Diodoro: «Inter finitimas illas Gentes cultissima est vaccaeorum natio». Un pueblo celta o anterior a los celtas, volcado en la agricultura. En una agricultura extraña en la que las tierras no eran de nadie en particular, sino de todos. Una agricultura comunitaria. Ninguno tenía las mejores tierras ni las peores. Cada año, tras sorteo, cada familia cultivaba las señaladas por la fortuna y llegada la cosecha depositaba lo recogido, sin quedarse un celemín, en un granero comunal, en un pósito, en una cilla - salvando las distancias-, desde la que se procedía a redistribuir el grano según cada quién y sus necesidades.
Gente que peleaba a caballo y que desde la entrada de Aníbal lo hizo continuamente contra los romanos, hasta ser sometida; que se sublevó contra ellos en el 56 antes de Cristo y apoyó, contra el enemigo común, contra las legiones IV Macedónica y X Gémina, a cántabros y astures en el 29 precristiano. Gente que comía sentada en círculo, como todavía se hacía cuando yo era pequeño en Tierra de Campos, alrededor de la tartera; que era gobernada por un 'concejo' de nobles y ancianos; que rendía culto a la Luna, y que llamaba a sus madres con nombres tan sonoros como Ama, Alla y Auga.
Gente que vestía capa negra de lana, porque todos sus animales eran negros: las ovejas, las pequeñas vacas, las gallinas y los cerdos; que incineraba sus muertos y que era fácilmente engañada por su sinceridad y su mantenimiento de la palabra.
Gente que ocupó un territorio que cubre toda la provincia de Valladolid y parte de las restantes de Castilla y León, excepto Soria, y sobre todo la Tierra de Campos; que tenía ciudades en Salamanca, Toro, Coca, Palencia, Simancas, o Pintia
Durante mucho tiempo se elucubró con que Pintia era Valladolid, de hecho una de las glorias renacentistas locales es el humanista Hernán Núñez Pinciano (+1553). Hoy se cree que Pintia está junto a Pesquera de Duero. En Valladolid solamente existía un pequeño núcleo vacceo junto a San Pedro Regalado.
Y puesto que no podemos ver a los de San Pedro, nos queda la posibilidad de pasar por el Museo de Valladolid, palacio de Fabio Nelli, a contemplar la exposición actual de algunos de los objetos que pertenecieron a aquellos nuestros cultos antepasados.
Mírenlos como encontrados en el desván de la casa de los abuelos. Les sorprenderán.
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