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PILAR ROJO
Jueves, 16 de abril 2009, 14:04
Vivió su infancia en el barrio del Cristo y ejerció como profesor del colegio Juan Mena durante 15 años. Esta vinculación familiar y emocional con el popular barrio palentino han sido los motivos que han llevado a Segundo Fernández Morate, licenciado en Historia y profesor ahora del colegio Tello Téllez, a encerrarse durante meses en archivos y bibliotecas para plasmar en un libro la historia del Cristo del Otero, los orígenes de la romería y de la rogativa, la creación del barrio y la historia de los entornos, como el Cerro de San Juanillo, de Santa Eufemia o el propio Cerro del Otero. «He realizado una investigación histórica y científica en diferentes archivos y lo he acompañado con testimonios orales y escritos de varios vecinos y con las memorias de Julián Ceinos, otro vecino del Cristo. Con todo ello he creado una base histórica», afirmó ayer el escritor.
'Cristo del Otero. Leyenda, tradición e historia' es el título del libro, que el propio Segundo Fernández Morate presentó en la tarde de ayer en la sede de la Asociación de Vecinos del Cristo, en la calle Cristina Marugán. El volumen está formado por cuatro capítulos y uno de ellos está dedicado íntegramente a la historia de la romería y la rogativa de Santo Toribio y su evolución histórica.
Segundo Fernández Morate recuerda cómo en el siglo XIV se acordó el voto de la ciudad y del cabildo y se realizaba una misa con sermón y una posterior procesión al cerro. En el siglo XVII se comenzó a entregar el pan y el queso a los más pobres, una costumbre que se realizaba en otras ciudades también y que coincidió con el nombramiento de Santo Toribio como segundo patrón de la ciudad. El lanzamiento del pan y el queso, la pedrea, es de mediados del siglo XIX, una época en la que también se incorpora la participación de la banda de música, que fue todo un hito, y posteriormente las danzas y los bailes. Junto a todo este relato histórico, el autor del libro incluye también un detallado informe de las tallas y cuadros del santo que se encuentran en la catedral de Palencia.
La estatua
«También incorporo un estudio serio sobre la construcción del Cristo del Otero, desde el proyecto de 1927, hasta el segundo proyecto y la finalización de la estatua. El tesón del obispo junto al escultor Victorio Macho. El apoyo definitivo del arquitecto Jerónimo Arroyo, sin cuya aportación nunca hubiera sido posible levantar esta estatua sobre una ermita en ruinas; la importancia del maestro de obras, Germán Calvo... Son muchos los personajes que contribuyeron a que se levantara el Cristo del Otero, que al principio no gustó demasiado», explicaba ayer el autor. Los doce obreros -once payos y un gitano- que trabajaron con Victorio Macho para levantar la estatua entre junio de 1930 y febrero de 1931 y el trasfondo artístico y religioso de este emblema de la ciudad aparecen fielmente analizados en el volumen que ayer se presentó.
El barrio
El barrio del Cristo surgió, en sus inicios como ilegal, a comienzos del siglo XX. Jóvenes que no tenían casa en la ciudad ni posibilidades de adquirirla pidieron unos terrenos allí a Manuel Martínez de Azcoitia y comenzaron a levantar ellos mismos sus viviendas, completamente aisladas de la ciudad. A partir de la década de los cuarenta y los cincuenta, el barrio empieza a nutrirse de inmigrantes que llegan de los pueblos y comienzan a instalarse en torno al Cerro del Otero. Había dos fábricas en los entornos que daban trabajo a muchos de ellos: la tejera de Cándido García Germán y la Campanera. «El gran desarrollo del barrio del Cristo es produjo en los años cuarenta con el éxodo a la ciudad del mundo rural. Este libro y esta investigación es un homenaje a estas personas, como mis padres o mis tíos, que con mucho sacrificio y grandes necesidades levantaron el barrio», explicaba ayer el escritor, que recordaba también que fue Juan Mena de la Cruz quien, en su época de alcalde, logró que el barrio del Cristo fuera legal.
Otro momento relevante que Segundo Fernández destaca en su volumen fue el 2 de mayo de 1976, cuando el barrio entero se levantó durante la romería, bajo el amparo del párroco Licinio Gutiérrez, y con pancartas y banderas lograron el reconocimiento del barrio. También desde entonces la procesión de Santo Toribio ya no sale de la catedral, sino del propio barrio, y la romería cobró un aire más festivo y alegre. Fue entonces cuando surgió la asociación de vecinos, germen del movimiento vecinal en Palencia, que logró las mejoras que pedía el barrio.
En opinión del escritor, la peculiaridad de este barrio donde él vivió su infancia está marcada por los nombres de las calles: Providencia, Alegría o Amistad. «Esas relaciones de vecindad tan estrechas que siempre han marcado la historia del Cristo, con los vecinos ayudándose entre ellos en lo que podían, con una unidad casi familiar, creo que ha sido una seña de identidad del barrio. Ahora es evidente que las puertas abiertas no se mantienen tal cual, pero hay una unidad especial que no encuentras en otras zonas», concluye Segundo Fernández.
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