«La artesanía no se valora en su justa medida»

En uno de los rincones más entrañables del viejo Arrabal (Arrabal de Portillo), ejerce Francisco Vega 'Fagufo', junto a su cuñado, el oficio de alfarero en una antigua casa que tienen por taller, en la que las escalinatas asentadas por grandes piedras, el piso conservado con viejas baldosas coloradas y el techo de madera, permiten retornar al pasado y sentir que el tiempo no ha transcurrido en este lugar en el que el olor a barro y el calor a refractario dan un aroma especial.

-¿Qué podemos encontrar en este lugar?

-Se puede encontrar toda clase de cazuelas y platos refractarios y el típico jarro. Y luego, la innovación: los palomares, las cabezas de toros y la zapatillas menorquinas.

-¿Cómo surgió la idea de realizar estas innovaciones tan dispares?

-Pues no tiene más que una lectura: o renovarse o morir. Había que salir un poco de lo tradicional y había que hacer algo que no estuviera visto.

-¿A qué mercados van dirigidas?

-La cerámica en cazuelas y los jarros van dirigidos a restaurantes y bares. Los palomares y las zapatillas menorquinas, a tiendas de regalos. Y las cabezas de toros a tiendas, peñas y asociaciones taurinas de Castilla y León, Valencia, Córdoba y Castellón.

-¿Cree que se valora su trabajo?

-No. La gente quiere todo el género uniforme, bonito y barato, y eso es imposible. La artesanía no se valora en su justa medida. Antes se vendía todo. Ahora, el mercado te exige elaborar un producto tan refinado y perfecto que parece hecho a máquina, pero tiene que ser realizado a mano y a bajo coste.

-¿Qué ha cambiado en la forma de fabricar de antes a ahora?

-Ahora seguimos trabajando al torno como antes, pero disponemos de hornos más modernos. Y tienes que sacar el género más refinado.