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BARQUERITO
Domingo, 15 de junio 2008, 03:29
La fama de persona inaccesible conforma la sustancia del perfil de José Tomás. Como si fuera un ser huraño o misántropo. Ni lo uno ni lo otro. Fue y sigue siendo irrenunciable la voluntad de mantener su vida privada al margen de las leyes del mercado mediático. Salvo excepciones muy calculadas. Es manifiesto que no le gustan ni los periódicos ni las cámaras ni los micrófonos. No es de ahora. Pero es ahora cuando elige a capricho y rigurosamente fotógrafos, radios y demás testigos.
Los más generosos documentos gráficos sobre su vida y andanzas durante los últimos doce meses se encuentran en una publicación trimestral francesa: 'Terres Taurines'. La edita y dirige André Viard, matador de toros ya retirado, de Vieux-Boucau, en la Francia taurina del Oeste. Viard ha escrito de José Tomás bellísimas palabras. No huecas, no banales, no tópicas. «José Tomás, el mero nombre es sinónimo de autenticidad», ha puntualizado Viard en un editorial de la web de 'Terres Taurines'. A propósito de la corrida de Madrid del 5 de junio. Insólitos, y en España inéditos, documentos sobre las dos últimas etapas mexicanas del torero han aparecido casi en secreto en 'Terres Taurines'. Es fácil suponer que tal tratamiento provoque una inevitable distancia: cuesta ponerse al nivel del refinamiento de Viard, y de su sensibilidad de torero. Con Viard se puede hablar, y dejar hacer y transcribir. Pero no siendo Viard, tal vez no se pueda ni se deba.
Todavía en su primera época, José Tomás delegó atenciones y obligaciones en una jefa de prensa, Olga Adeva. Su pantalla de protección: como unas gafas de sol, de aparente transparencia, joven, de su misma edad. Sintonía sencilla entre los dos. Cronista taurina de la agencia France Press en Madrid, colaboradora de publicaciones taurinas varias y del precario equipo de prensa del que dispusieron los hermanos Lozano durante sus trece años de empresarios de Madrid, encargada de la edición de libros y textos taurinos de la editorial Espasa. Olga Adeva cumplió sin protagonismo y con impecable cordialidad su papel de cómplice del torero. A veces parecía su ángel de la guarda.
Además de hacer de él un ser casi invisible y mudo, Olga cumplió dos misiones mayores. Una a la contra: filtrar y cribar periodistas taurinos, desanimar y aburrir a los curiosos sin indisponerlos, preservar a José Tomás en una supuesta burbuja inmune a las habladurías; y otra de positivo fondo y mayor alcance: ir abriendo al torero un hueco cada vez mayor en la épica escrita. Sin dejarlo asomar ni ponerlo en la diana. Blindado y, por tanto, invulnerable.
No había duda de que José Tomás estaba destinado a ser torero con literatura. Mejor o peor. No fue ni sencillo ni complicado darle carga literaria al mero deseo de José Tomás de vivir al margen del ruido y acoso de radios, televisiones, prensa escrita o información de la red. Allanó el camino la fama gratuita de raro que José Tomás se crió a su debido tiempo. No está, no sabe, no contesta. Permanentemente reunido consigo mismo. Por decirlo de alguna manera. Entre 1999 y el 2002 esa política en apariencia inocua trajo consigo el germen del mito.
Los pasos y el silencio
Dos son las características con que desde un principio vino a dibujarse el estilo de José Tomás: sus silencios y su forma de posarse. Muy pocos habrán toreado con menos ayuda de la voz que él. La voz es un recurso técnico para torear, y hay incluso toros que necesitan la alegría de la llamada como un reclamo. Pero la voz es también el rompedero de la angustia que inevitablemente acompaña al torero. Por la voz se va el miedo, se libera o sale. De manera que, cuanto más silencioso es un torero, en más se tiene su valor.
La otra dimensión es, en paralelo, la del ruido de los pasos. Los pasos con que se llega a la cara del toro o se sale de ella. Los que ahí se pierden o se ganan, y que definen una de las reglas de pureza del toreo moderno: la ligazón. José Tomás ha sido de siempre torero bien posado. De muy suaves pisadas y, claro, de poco moverse. O de no moverse nada. Por eso se ha hablado más de una vez de su tancredismo. Se puede torear a pies juntos o a compás abierto. Los gustos y las modas han ido por épocas. La apuesta de José Tomás ha sido fundamentalmente por el toreo de perfil y a pies juntos, modo y variante modal que estaban casi arrumbados cuando apareció su persona en el gran teatro del toreo. Modo arrumbado en España. De perfil y a pies juntos, y la adición de dos notas que encarecen y enriquecen el modelo: la quietud y el ajuste en los embroques. ¿La tauromaquia de Manolete? Muy semejante.
Relevantes y esdrújulos en el ámbito de una plaza de toros y delante de un toro, el silencio y el reposo fueron de pronto seña de José Tomás. Si se examina con detalle el repertorio gráfico de Manolete, más rico que variado, se adivina ese toque de silencio. Tan de la época. Hace setenta años Manolete trató de vivir escondido de la curiosidad pública. Era muy sencillo. La biografía que Carmen Esteban publicó hace un año de Lupe Sino, amante de Manolete, desvela bien la estirpe moral del gran torero. La presentación del libro de Carmen Esteban en febrero de 2007 fue la circunstancia elegida por José Tomás para hacerse visible y presente en Madrid. Por un día. Fugazmente. Sin pretensiones aparentes. Se interpretó como una rareza genial lo que fue una gentileza de gran amigo. Detalle revelador.
Su hombre de confianza
Los banderilleros y picadores que han desfilado por su cuadrilla coinciden en que José Tomás es la sencillez misma. Los dos lidiadores de la primera época, Luciano Núñez y Miguel Sánchez Cubero, han sido toreros muy buenos: largos y competentes. Cubero, todavía en activo, se comporta en el ruedo como hombre de confianza. Ser el decano de la cuadrilla le confiere autoridad con el resto de la tropa. Porque, además de gran profesional, es persona exquisita. Aficionado de tino. Es el hermano menor del difunto Yiyo. Una cuadrilla tan profesional y rigurosa aportó al José Tomás torero gran equilibrio.
Mozo de espadas es uno de los tres hermanos varones de José Tomás. Ni una palabra más alta que otra. En los tumultos ha ejercido de guardaespaldas. Ayuda de mozo de espadas, un íntimo de la familia. De Galapagar de toda la vida. Se apoda Kiki. Después de la retirada del 2002 este Kiki anduvo metido en negocios taurinos. Dicen que la presencia más elocuente o de más peso dentro de ese entorno es la del padre de José Tomás, que fue alcalde electo de Galapagar por el Partido Popular no hace tanto. No es portavoz del torero pero como si lo fuera. Se deja encontrar y le gusta salir.
La erótica del dinero
Sacralizada la figura, y erigida a su lado una sombra de inquisición, la mínima disidencia se castiga como contraria a la ortodoxia. Ajena al carácter del torero, ha ido tomando forma la figura de un dogma encarnado en su persona. Una especie de religión única, anatematizadora, excluyente, capaz de crear herejes. Uno de los síntomas del credo es la virulencia con que en casi todas las plazas se increpa a los músicos de banda que pretenden acompañar una faena para celebrarla. Se tiene por profanación o irreverencia.
Dicen que Luis Chica, un ingeniero industrial jubilado, fue el que ideó y tasó la estrategia de la reaparición. Tomás cobra más dinero que nadie nunca jamás. ¿90 millones por dos tardes en Madrid? En la corte de sus seguidores está la erótica del dinero que se mueve en torno a él.
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