«A la vida sólo puedo pedirle salud y tiempo»

Gerardo Martínez vino al mundo el mediodía del 23 de abril de 1908 en Quintanilla de Arriba (Valladolid). En la localidad vivió con plenitud su juventud, allí mismo contrajo matrimonio con Juliana Lázaro y en su tan querida cuna ha compartido los días de verano con sus tres hijos, seis nietos y cuatro biznietos. Tanto venera Quintanilla de Arriba que, a pesar de que la vida y su profesión de maestro ebanista le hicieron trasladarse a la capital de España, el confiesa no haber conocido nada mejor que su pueblo ribereño. El día que cumplió cien años y cien horas Gerardo fue proclamado hijo distinguido de su localidad natal.

-¿Qué tiene Quintanilla de Arriba que le hace quererla tanto?

-Mi localidad es lo más hermoso que yo he visto en mi vida, siempre la llevo en el corazón y, aunque el trabajo me obligó a vivir en Madrid, nunca he dejado de venir cuando el tiempo me lo ha permitido. Agradezco que me dediquen un homenaje tan emotivo, no creo merecer tanto pero confieso estar encantado de recibir tanto cariño.

-Usted cuenta cien años y ha visto dar muchas vueltas al mundo. ¿Cómo ha cambiado la vida?

-Ha cambiado mucho, ya nada es igual. Antes teníamos muy poco pero éramos inmensamente felices, no hacia falta nada más. Me gusta que se haya prosperado para bien, que haya tantos adelantos que nos facilitan muchos las cosas. Pero también hay otras cuestiones que no me agradan tanto. No me gusta ver como no se respeta la vida privada de la gente, como en la televisión se dedican a hablar de personas que muchas veces no merecen tanta saña.

-¿Qué espera de la vida a los cien años?

-Espero seguir bien. No pido mucho, sólo conservar la salud y un poco más de tiempo. No me quiero morir pero si me llega la hora lo aceptaré porque he vivido ya cien años.