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FERNANDO CABALLERO
Viernes, 15 de febrero 2008, 01:25
Isidro López Murias regresa a Palencia casi cuatro años después de su última exposición, celebrada, como la actual, en la sala de Caja Duero. Pintor de amplia formación -fue catedrático de Arte en la Escuela de Arte de Pamplona- y trayectoria, Murias está sacando rendimiento a una vida dedicada al arte desde el punto vista teórico y creativo. Nacido en Tetuán en 1939, de padre palentino y madre Navarra, en1952 viene con su familia a vivir a Palencia, en cuya Escuela de Artes y Oficios inicia su preparación pictórica. Licenciado en Bellas Artes, su vida ha estado dedicada a la docencia, hasta su jubilación.
Murias fue discípulo del pintor palentino Germán Calvo, de donde le viene el tratamiento de los paisajes de Tierra de Campos, con esos ocres característicos de una pintura regionalista, donde se ensalza el paisaje castellano con unos valores plásticos prefijados en la larga tradición que ya existe, incluida la recuperación de las viejas y desusadas actividades campesinas, como la siega o las galeras con redes para transportar la cosecha. Valores esos que resaltan la belleza formal, la luz y los espacios abiertos.
Pero la pintura de Murias va más allá, indaga en temas y en lenguajes diferentes. La pintura figurativa de este artista está cruzada por un lenguaje postcubista, especialmente en los bodegones y en los retratos. Utiliza una línea dura y gruesa para delimitar los contornos. Una línea que tiene una vocación geométrica y que configura espacios de una forma muy plástica, es decir ofreciendo perspectiva y profundidad de campo en las figuras.
Los rostros tienden a una forma circular, pero en su interior existe una gran riqueza de planos y de superficies, capaces de inferir al retrato una dimensión humana y psicológica, con unos ojos muy potenciados en la mirada y unos rasgos faciales acusados sobre todo en la zona de la barbilla.
La plasticidad de Murias tiene en el color uno de los referentes esenciales. Murias no es un pintor colorista, pero usa los pigmentos para reforzar de expresividad a sus motivos figurativos. Si el proceso creativo de Murias arranca con un dibujo muy bien concebido, el color termina siendo el alma de esa pintura. Aparentemente parece que emplea tonos apagados y tenues, pero unos labios de un rojo fuerte, unas cejas azules, un naranja que resalta en el frutero o unos paños de colores vivos resultan suficientes para dar más viveza al cuadro, ya sea en soporte de lienzo o de tabla.
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